Un café ante el Coliseo.
En todo el país se vive un momento de mucha dificultad. Compartimos una lucha unidos y estamos decididos a combatir esta adversidad juntos. En situaciones donde la normalidad nos es arrebatada es cuando la valoramos como un bien y no como un mínimo.
Como un deportista que en su rutina no valora poder realizar su carrera, natación o ejercicio sin dolor ni lesiones sino que lo da por sentado y, cuando estos llegan, anhela la sencillez de su buen estado común como algo extraordinario.
Como durante una lesión de gravedad, desde nuestras casas esperamos que nuestro dolor, el dolor de Italia, vaya sanando mientras pensamos en volver a verla, en volver a disfrutarla. A mí me ha tocado vivirlo desde Roma. Una ciudad cuyas bellezas siguen resplandeciendo aguardando con ganas a que todos nosotros volvamos a ellas. Engalanándose para nuestro reencuentro.
Gracias a la gran concienciación y espíritu de comunidad de los que aquí y en toda Italia vivimos, sus calles están vacías, sus monumentos y museos cerrados al igual que la mayoría de los negocios. Su corazón, sin embargo, latente con la sangre de una capital imperial.
Las calles de Roma hoy, para los que aquí y ahora nos encontramos, no son las que nos llevan a la Basílica de San Pedro o al Coliseo sino las de nuestro salón, habitación o cocina. Sus gentes nuestras familias, compañeros de piso o parejas. Por estas vías vivimos, comentamos y añoramos nuestra ciudad y sus maravillas. Las valoramos más que nunca. Ahora que a pesar de estar cerca las tenemos tan lejos, las sentimos más cerca que nunca. Dentro de casa, como parte de nosotros. Como esa parte de normalidad que lo es todo pero no apreciamos de verdad hasta que no la tenemos.
Mientras tanto, con la positividad y alegría que llenan mi mente al pensar que cuando esto acabe, podré volver a mi (a nuestra) Roma, me tomo un café frente a mi Coliseo de estos días en mi Via dei Fori Imperiali de estos días. La calle es mi salón. Mi Coliseo, un puzzle 3D que luce en una de sus estanterías. Alzo mi taza hacia él y sonriéndole le dedico un caluroso saludo: ci rivedremo presto.