En la vía Tiburtina de Roma se encuentra la Basílica de San Lorenzo Extramuros, fuori le mura. Se refiere a las murallas construidas durante el Imperio Romano, las cuales aún siguen siendo un punto de referencia para los ciudadanos. En las afueras de la Ciudad Eterna se encuentra esta basílica y justo detrás de ella un gran cementerio, el Cementerio de Verano. Verano no en honor a la época estival, sino a los Veranii, familia de senadores durante la época republicana.
Basílica de San Lorenzo Extramuros
La basílica, aunque menos famosa de las otras 7 grandes basílicas romanas, no pasa desapercibida al visitante. De una belleza sencilla y acogedora, está construida en el mismo lugar donde Constantino I, el primer emperador que concede la libertad de culto a los cristianos, decidió hacer un humilde oratorio al mártir San Lorenzo, enterrado en ese mismo lugar. El papa Pelagio II en el siglo VI (muestra de ello es el mosaico de estilo bizantino que aún se conserva), realiza una gran ampliación. De todas formas, tiene también elementos del siglo XII, como su pórtico de seis columnas o su alto campanario. En el siglo XIII fueron añadidas las pinturas al fresco con imágenes de las vidas de los santos venerados allí: San Lorenzo y San Esteban.
Interior de San Lorenzo Extramuros
Si nos fijamos bien en el coro y el púlpito, podemos observar algo que nos deja maravillados, pues no es nada común. Su decoración es de estilo cosmatesco, una peculiar forma de crear mosaicos de colores y formas vigorosas. Este estilo artístico conservado en muy pocos lugares surge de la mano de un maestro del mármol, Laurentius. Inicialmente, trabaja según los modelos de la escuela bizantina. Sin embargo, un poco más tarde, llegará a crear un estilo nuevo y original.
Basílica y no solo
San Lorenzo y San Estebán, el primerio enterrado bajo la basílica, del segundo solamente algunas reliquias, son venerados y custodiados en este lugar. Los dos son mártires, asesinados y torturados por aquello en lo que creían. Lucharon por la iglesia cristiana y ayudaron a que ese pequeño germen, que se encontraba aún escondido en las catacumbas, creciera y creciera hasta convertirse en lo que ha sido y es durante siglos y siglos para toda la cultura occidental.
San Lorenzo murió torturado en una parrilla y se dice de él que guardaba el Santo Grial, fuente de eterna juventud. Al parecer consiguió enviarlo a tiempo a sus familiares de Huesca para que lo cuidaran y evitar así que los romanos lo destruyesen. Por fortuna y por desgracia, sus tíos lo guardaron tan bien que se perdió su pista para siempre.
Por otro lado, San Esteban es el primer mártir de la historia cristiana. Era un judío convertido y murió lapidado tras blasfermar supuestamente contra Moisés y el templo de Jerusalén. Según los Hechos de los Apóstoles, esas acusaciones fueron falsas y realizadas por no saber contraargumentar sus críticas hacia las autoridades judías. San Lorenzo aparece representado con una parrilla. San Esteban, en cambio, con rasgos juveniles y unas piedras a sus pies.
Arte y memoria
Aunque son los personajes más importantes enterrados allí, no son los únicos. El cardenal Guglielmo Fieschi, fallecido en 1256, se encuentra en una tumba decorada con la celebración de un matrimonial pagano. Además de la tumba del famoso presidente del Consejo de Ministros y uno de los padres de la Unión Europea, Alcide De Gasperi, hay dos sarcófagos más en el pórtico. El más curioso pertenece a un cristiano del siglo VII decorado con putti o niños alados comiendo uvas de clara influencia pagana.
La basílica sufrió daños importantes durante la Segunda Guerra Mundial. Un bombardeo en 1943 destruyó gran parte del pórtico y provocó muchas víctimas. Este hecho dio pie a una famosa visita del papa Pío XII a la basílica y barrio de San Lorenzo, conmemorada con una gran estatua que ahora se alza, con los brazos abiertos, ante la basílica. Años después volvió a su esplendor gracias a una reconstrucción que respetó su estilo original. Se convierte así en un ejemplo vivo de lo que en ella se guarda, la muerte que se hace vida a través del arte.
Gracias a sus pinturas y a sus paredes de piedra nos llenamos de espiritualidad en ese espacio de silencio casi inquebrantable. Entrar en su claustro, que conserva restos de una bomba de la II Guerra Mundial junto con inscripciones paleocristianas, es una magnífica experiencia: un viaje precioso hasta un recinto que parece una isla entre cielo y tierra.
Situada justo delante de un cementerio, con mausoleos y esculturas imperecederas, nos dejamos llevar por la dialéctica del arte, su eterna vida y el horror de la muerte de aquellos a los que aún hoy se venera.
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