Hoy, María Jesús, se vuelve a su querida Córdoba tras unas semanas aislada en Roma, sin poder regresar. En este momento recuerdo una visita que hicimos por Roma. Era en la isla Tiberina. En la iglesia de San Bartolomeo all’isola hay uno de los pozos más hermosos de Roma. Como en aquel día me asomo a su brocal.
Esto tengo, lo que dí
Y viene a mí el eco de unas palabras, como si el mismo pozo las pronunciase:
«My bounty is as boundless as the sea,
My love as deep; the more I give to thee,
The more I have, for both are infinite.»
Romeo y Julieta (W. Shakespeare)
«cuanto más te doy,
más tengo…»
Son las maravillosas contradicciones, locuras de amantes, que parecen no tener claro las leyes de la economía. No es una casualidad que la iglesia de San Bartolomé esté dedicada a los mártires de todo el mundo. Los que todo han dado.
Y, sin embargo, esta ley paradójica es conocida desde antiguo y sin medias tintas. Es Séneca el que ahora se asoma conmigo a estas profundidades o me habla desde ellas. Este paisano de María Jesús en su De Beneficiis, VI, 3,1 nos dice: «Hoc habeo quodcumque dedi«. En el cubo de sus palabras nos trae un verso que el poeta Rabirio ponía en boca de Marco Antonio vencido, derrotado. Se ve que esas palabras eran un compendio de una sabia belleza que merecía ser recogida por Séneca y a través de él han pasado a la eternidad: «Esto es lo que tengo, lo que dí«. En cierta manera, ese verso es una agua que inicia un ciclo destinado a durar sin tiempo.
Por una casualidad que no lo es, encuentro en el libro Melodía italiana de Eugenio Montes la descripción de un antiguo blasón castellano en el que un pozo tiene las mismas palabras de Julieta: ‘cuando más te doy, más tengo’. En el pozo llegamos a una vena escondida de Roma inagotable que recorre Inglaterra y Castilla. Cuanta más agua sacamos, más parece tener. Pero sigamos.
Economía en los pozos de Roma
En San Carlo alle Quattro Fontane Borromini construyó un precioso claustro. Yo creo que Borromini es el artista que más ha tenido en cuenta el ‘gobierno de la casa’ o economía a la hora proyectar su construcción. En la entrada de este claustro me encuentro con Pedro Aliaga. Nos acercamos charlando a uno de estos pozos de sabiduría romanos en donde parece que Séneca nos sale al encuentro y nos ofrece un poco de agua en la sombra fresca:
«Hae sunt divitiae certae in quacumque sortis humanae levitate uno loco permansurae.» Lo que hemos dado, estas son las riquezas ciertas en cualquier vicisitud humana. Y Pedro podría completarlo con aquellas otras palabras: ‘porque donde está tu corazón, allí está tu tesoro.’
Jesús y la samaritana junto al pozo de Jacob. Cuadro de Francesco Fernandi actualmente en la Cámara de los diputados… aunque no muy visible o sin ganas de asomarse a ningún pozo.
Y no es que seamos malos, es que parece que nos olvidamos de que somos ‘procuratores’, administradores. Nos olvidamos de nuestra fragilidad viéndonos orgullosos y elevados por encima de la común humanidad: «Omnia ista, quae vos tumidos et supra humana elatos oblivisci cogunt vestrae fragilitatis.»
«In depositi causa sunt iam iamque ad alium dominum spectantia; aut hostis illa aut hostilis animi successor invadet. Quaeris, quomodo illa tua facias? dona dando.» Todas tus cosas las tienes en depósito y esperan, de un momento a otro, un nuevo dueño: o un enemigo o un heredero con ánimo de adversario las conquistará. ¿Me preguntas como hacerlas tuyas? Donándolas.
Y sube del pozo en San Carlino, en el mismo caldero, otra agua: ‘quien pierda su vida, la encontrará.’
La ilógica lógica de los pozos de Roma
Chi può… mette
Chi non può… prende.
Ánimo grande, magnánimo que hace inextinguible la fuerza que genera generosas donaciones. En estos días, en las calles de Italia, de esta Roma, hay carteles como éste. Son un pozo de esa sabia e ilógica lógica de una economía al servicio de las personas. Quien puede, mete. Quien no puede, coge. Sencillo, ordenado. Como un hermoso poema, se desgranan estos períodos en que es necesario el elogio de la locura para encontrar un nuevo orden: «Ordinem saeculorum tanquam pulcherrimum carmen.» (De Civitate Dei)
Para que quien no puede pueda coger es necesaria la primera parte, es decir, que se alimente el manantial con quien puede. Y surge el milagro más allá de la lógica comercial. Pozos de pura agua que riegan, que se derraman sin estar calculando, que desbordan y, como la harina y la alcuza de la pobre viuda de Sarepta, como los panes y los peces, parecen multiplicarse.
Una sorpresa: un pozo junto al lago
Sin darme cuenta, casi me asusta, se asoma también a un pozo Gabriele D’Annunzio. Me estaba imaginando con mi vasito de agua en Santa Maria in Via cuando casi me atraganto. Él bajaba como de costumbre desde el Pincio para ir a Palazzo Chigi, uno de los personajes más curiosos de la Roma Moderna. Y en estos momentos en que toda vida social está en pausa, parece que se ha animado a entrar.
Curioso, también él consiguió que su casa junto al lago de Garda, el ‘Vittoriale’ siguiera siendo suya al donarla. Pero no sólo eso. Mirad lo que nos dice desde el doble arco de entrada:
«Yo tengo lo que he dado», entrada del Vittoriale de Gabriele D’Annunzio
Entre los libros de su preciosa biblioteca hay un ejemplar del Teatro d’imprese de Giovanni Ferro publicado en Venecia en 1623. Es un libro lleno de pozos en los que sacar fresca agua. Se ve que a D’Annunzio el libro le gustó y no sólo por el título. Una especie de inspiración le vino al leer las palabras de Rutilio – Séneca que el abate Ferro citaba como lema utilizado por un caballero español del siglo XVI, un tal Gonzalo Zatico de Molina también conocido como Gonzalo Argote de Molina.
Ex libris de Gabriele D’Annunzio
Este Gonzalo era un personaje que hacía honor al espíritu del siglo XVI: literato, soldado, coleccionista, filólogo, mecenas. Su casa en Sevilla era un museo tan interesante que el mismísimo Felipe II de incógnito quiso ir a visitarla. En 1575 da a la imprenta una famosa edición del Conde Lucanor, compendio de sabiduría y de elegancia de las letras castellanas. Y será el mismo Gonzalo Argote en un índice de este libro quien cite las famosas palabras latinas ‘hoc habeo quodcumque dedi’ aplicándolas a las águilas, animal que encarna la generosidad, pues deja lo que ha cazado para que se sacien los demás menos poderosos. El famoso Tesoro de la lengua de Covarrubias recogerá esta misma interpretación águila-magnanimidad.
Tras varios viajes, Gonzalo, pasa dos años en Sevilla donde publica Nobleza de Andalucía, que firmó el 5 de abril de 1588 como “conde de Lanzarote y Provincial”. En la ciudad, por entonces, se le conocía como un hidalgo soñador y megalómano, algo ido de la sesera por sus estudios de heráldica y caballería. Me parece una hermosa coincidencia que precisamente en esas fechas tuviera como vecino a un tal Miguel de Cervantes. ¡Ningún ánimo más grande, ninguna locura más tierna y dramática que la del Quijote deshaciendo entuertos y abandonando todo, libertad sin gloria ni beneficio, para seguir un ideal por soledades y caminos!
Lo sé. Es también una locura hacer estos saltos, ir navegando de pozo en pozo para encontrarnos el agua de las contradicciones. Gabriele y Gonzalo unidos por un Séneca quijotesco. Águilas que han tenido precisamente lo que dieron.
Pozos de Roma en un libro
En la Roma de los orígenes, los mayores héroes, como Cincinnato, eran los que sabían volver a su tierra y cultivarla. Es por ello que no quería concluir sin acercarme a un pozo de agua fresca que riega la Biblioteca Vallicelliana un huerto con mil cultivos deliciosos. Lucio Junio Moderato también llamado Columela ha construido este pozo, su De re rustica del que surge un maravilloso caudal de agua fresca. Él es un gaditano y romano contemporáneo de Séneca que escribe sobre esa naturaleza cultivada y no explotada que ‘cuanto más da, más tiene’ haciendo del hombre un ‘beatus ille’. Así me imagino yo a mi amigo, nuevo Columela, Óscar M. Prieto en su Aleph leonés. Sacando aguas con gozo para hacer crecer, adherido a tesoros que no pasan, a señores que no mueren, con un fiel perro pastor a sus pies.
Precioso ejemplar del siglo XV del De re rustica de Columela conservado en la Biblioteca Vallicelliana de Roma.
Y así concluyo hoy este viaje entre pozos comunicantes en donde aflora el agua de Roma: Columela, Cervantes, el Conde Lucanor, Gonzalo Argote, D’Annunzio, Giovanni Ferro, Borromini, Séneca, San Bartolomé, y María Jesús. ¡Buen viaje! Palabras lanzadas como una moneda en estos pozos como en Trevi.