Pompeya es una maravillosa botella que nos llega a través del mar de la historia. Desde el lejano año 79 d. C. llega a nuestras playas a mediados del siglo XVIII gracias a la curiosidad y casualidad. Desde entonces los tesoros que contiene se han ido desvelando poco a poco, a ritmo de excavaciones. Eso sí, el gran regalo que recibimos con ella es que podamos entrar en la vida cotidiana, caminar por sus calles. Dentro de esta botella no ha llegado un mensaje sino ¡una entera ciudad!
Historia de Pompeya
En 1738, un zaragozano Roque Joaquín de Alcubierre, que trabajaba para Carlos III en el nuevo palacio de Portici, tras observar varios objetos de claro origen romano, obtuvo el permiso para excavar en lo que actualmente son las ruinas de Herculano. Más tarde en 1748 empezará también él las excavaciones en la zona de Pompeya. A partir de esos momentos la fiebre por excavar, por desenterrar antiguas piezas, más valiosas del oro, fue una moda en toda Italia.
Desde las costas de España cuando se llamaba Tartesos, en un tiempo antes de la historia, llegó otro personaje mucho más importante. Tras haber robado los bueyes del gigante Gerión, llegó a estas costas el mismísimo Hércules que sería el legendario fundador de una ciudad con su nombre: Herculano. Allí cerca, los antiguos pobladores de la zona realizan una gran procesión (Pompa) para homenajear a tan gran personaje. El lugar sagrado en donde se realizó esa procesión sería el que ocupa nuestra querida Pompeya.
El recuerdo de Hércules es un hermoso motivo para el nombre de Pompeya aunque su etimología provenga de la palabra osca ‘pumpe’ que significa 5, por los 5 barrios en que estaba dividida la ciudad antes de la conquista romana. Una ciudad tan antigua como Roma y que se sentía muy orgullosa de sus orígenes. Una región muy rica que los griegos conocían como Ausonia o Enotria, tierra de vino, y que los romanos llamaron Campania añadiéndole el adjetivo ‘Felix’. Estabrón, en tiempos del emperador Augusto, describía estos lugares como fértiles campos que rodeaban al Vesuvio hasta su cima.
Herculano y Pompeya están unidas por un común origen y por su final, pero también por ocupar un lugar con una geografía que era paradisíaca: cerca del mar, con un río navegable, teniendo a disposición la fertilidad de las laderas del Vesuvio y el valle que baja hasta el mar. Es hermoso ver todo esto representado en el larario de la Casa del Centenario en donde Dionisios-Baco aparece personificando la imagen de la abundancia. Curiosamente, el dios se encuentra a los pies de un Vesuvio que termina en punta, una punta que desapareció con las explosiones de los años 79, 1609 y 1944.
Etruscos, griegos y sannitas fueron construyendo la ciudad. Sólo pasa a ser romana al concluirse la Guerra en el 80 a.C. con el asentamiento de los veteranos militares de Sila. Y en ese momento cambiaron muchas cosas: la organización, los espectáculos, la lengua. Todo un mundo que se ‘romaniza’ pero con unas características muy peculiares: un gran desarrollo comercial, una vida rodeada de un clima y naturaleza paradisíacos, el gusto a veces un poco exagerado, de nuevos ricos, para expresar con arte lo que sucedía en la vida cotidiana. No por nada los emperadores entre Tiberio y Nerón escogen el Golfo de Nápoles para sus residencias de verano.
No sólo ruinas de Pompeya
El joven Pedro Antonio de Alarcón en 1860 viaja con ilusión hasta Italia y al llegar a Pompeya nos comenta:
“El tren se para otra vez.
-Pompeya – gritan entonces los empleados del ferrocarril. POMPEYA se lee en la pared de la estación.
Y a poca distancia vemos unas murallas derruidas…
-¿Qué resurrección es esta? (no puede menos de preguntarse la imaginación) ¡Lo mismo habría sucedido si Pompeya no hubiese muerto! ¡La ciudad-cadáver tiene su estación de ferrocarril!¡La ciudad enterrada durante 18 siglos se coloca de un solo paso a la altura de nuestra civilización!… ¡Espantosa ironía!
Así es que al oír gritar ‘Pompeya’ entre los silbidos de la máquina, paréceme que acaban de decir en tono de burla: ‘surgite mortui!’. Nadie sale a recibirnos en la ciudad muerta.”
Qué ver en Pompeya
Caminar por Via dell’Abbondanza, entrar en un thermopolio o una lavandería, encontrarte en el centro del foro o del anfiteatro, contemplar los patios y las habitaciones ricamente decoradas de algunas ‘domus’ es de las experiencias más hermosas que nos depara un viaje en Italia.
En la antigua via Stabiana se encuentra el Gran Teatro. No dejéis de experimentar la maravilla de entrar en su escenario. Podréis revivir la gran emoción que embargó al jovencísimo Mozart que en 1770 lo visitó al poco tiempo de salir a la luz tras las excavaciones. Pompeya es también esto, un continuo surgir, sorprendernos, introducirnos en la vida cotidiana de una ciudad de la antigua Roma.
A la hora de organizar tus recorridos por las calles de la ciudad te encontrarás con que tendrás que elegir las cosas que ver en Pompeya. Dependerá de tus gustos, del tiempo que tengas, pero estoy seguro que nunca te defraudará. Vale la pena el viaje, vale la emoción el viaje.
Estando en el centro del Anfiteatro, como Pink Floyd en 1971, podemos recitar las preciosas palabras de Marcial al saber la gran tragedia de esta ciudad sepultada:
En las palabras de Marcial podemos encontrar un saludo para despedirnos de la ciudad:
«Cuncta iacent flammis et tristi mersa fauilla:
nec superi uellent hoc licuisse sibi.»
Todo yace sumergido por las llamas y las tristes lavas:
Ni los dioses querrían tener poder para esto.
Información útil para visitar Pompeya
Alguien podría preguntarse ¿dónde está Pompeya? Mucho hablar de ella pero es importante hacerse una idea de que la antigua ciudad se encuentra a unos 240 km al sur de Roma y a unos 28 de Nápoles. De ahí que sea posible hacer una bonita Excursión a Pompeya desde Roma durante una jornada, sobre todo utilizando el tren rápido. En nuestra página Cómo llegar a Pompeya encontrarás información detallada.
Horarios:
Del 1 de noviembre al 31 de marzo abre a las 09.00 y cierra a las 17.00 con última entrada a las 15.30. Desde el 1 de abril hasta el 31 de octubre las excavaciones de Pompeya abren a las 09.00 y cierran a las 19.00 con última entrada a las 17.30.
El sitio arqueológico estará cerrado el 25 de diciembre, 1 de enero y 1 de mayo.
Entradas en Pompeya: Precio entero, 16 euros. Precio para los menores de 18 años, 2 euros. Las entradas se pueden comprar en cualquiera de las 3 taquillas, Porta Marina, Piazza Anfiteatro y Piazza Esedra.