Un Tritón en el centro de Plaza Barberini, con la fuerza de sus brazos y su torso, convoca nuestra vista y nuestros oídos. Con su caracola como instrumento alza o amansa las olas de este océano de eventos y peripecias en Roma. En 1643 el Tritón hizo sonar de nuevo su caracola como proclama de una nueva edad dorada al cumplirse los 20 años de pontificado de Urbano VIII.
Y allí sigue, muestra del poder de la poesía de Ovidio hecha carne de piedra por Bernini. ¿Qué historias nos trae haciéndolas emerger como tierras tras las inundaciones del tiempo? Vibra en sus manos el sonido convertido en agua para traernos una voz que en ella quedó sepultada.
Plaza Barberini, historias de agua
Margaret Fuller entregó su voz al mar junto a Fire Island. Ya se veían, ¡tan cerca!, las luces del puerto de Nueva York. Pero antes de salir para allá, ella vivió en esta plaza en 1849. La imagino ahora saliendo de su casa y saludando al incansable Tritón con voz de agua y lengua de caracola. Poco después se dirigiría a la isla tiberina en donde era la encargada del servicio de ambulancia en el hospital Fatebenefratelli durante los combates para defender la república. Las palabras que escribió sobre estos avatares de la República Romana quedaron con ella, encerradas, perdidas, convertidas en agua.
Ella volvía a la tierra de donde había salido 4 años antes como primera mujer corresponsal enviada a Europa. Escribía para el New York Tribune iniciando a enviar sus crónicas desde Londres. Unos años más tarde, esas crónicas las escribirá un tal Karl Marx.
Europa la recibió en un período de guerras y grandes cambios, sobre todo en Italia. Y ella no se limitó a escribir o describir. En la isla Tiberina, isla de Esculapio y de los Fatebenefratelli, se dedicó al cuidado de los enfermos en la lucha entre la República Romana y las tropas francesas. Tras la caída de la República se embarcó hacia Estados Unidos en el barco Elizabeth. Con ella iban su marido e hijo romanos. Sin embargo, ni ella ni ellos llegaron a salvarse de un naufragio quizás más terrible cuanto más cerca se veía la ciudad y lento fue el hundimiento. Viendo en la fuente los peces de bocas abiertas que desean hundirse en el agua como una profundidad atrayente imagino las suyas clamando al aire como una altura anhelada.
Flora en Plaza Barberini
El agua Felice -bonito adjetivo para un acueducto- recibe su nombre del papa Sixto V (Felice Peretti). Fue él quien la hizo llegar hasta su villa que se extendía desde Termini hasta Santa María la Mayor. La fuente del Moisés, al lado de Santa Maria della Vittoria, nos muestra esa agua ‘feliz’ que luego baja cantarina hasta Plaza Barberini. Antes de que esta agua y el Tritón fueran sus testigos ésta era una plaza casi de pueblo, en el límite de la ciudad (Capo de Case).
Una zona de frontera, heterodoxa, de unión entre campo y ciudad, de ‘osterie’ en donde ambos mundos se encontraban ante un buen vino. Lugar escogido por algunos grandes artistas como Thorvaldsen, Hans Christian Andersen o Preciado de la Vega para vivir y trabajar. A dos pasos de Plaza de España y ya fuera.
Será con la familia Barberini con la que toda esta ‘isla’ quedará bajo la sombra de su maravilloso palacio. Actualmente el Museo de Palacio Barberini es una arquitectura que nos hace soñar con fábulas que se encuentran narradas en el arte que cubre sus paredes.
El agua, de esta forma, corriendo bajo tierra recoge el sabor de Flora. Entre el Pincio – Colina de los Huertos (Collis Hortulorum) y el Quirinale, el circo de Flora da al agua el sabor de mayo. Sabia jóven fecunda de esperanza y de frutos prometidos. Juegos en los que la plena primavera parece calentar esta feliz agua helada hasta hacerla embriagadora. Es como si quisiera adueñarse de nuestra imaginación, rayendo todas las asperezas:
“Es de noche. Ahora hablan más fuerte todas las fuentes que manan. Y también mi alma es una fuente que mana. Es de noche. Sólo ahora se alzan todos los cantos de los amantes. Y también mi alma es el canto de un amante.” Incluso Nietzche que vivió en esta plaza sufrió el influjo de Flora tras beber de esta agua y escuchar sus historias.
Y yo sueño que
si fuera poeta
mis palabras
agua de mayo
se harían flores
abiertas al sol
dentro de ti.
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