Francisco de Holanda en 1548, citando el pensamiento de Miguel Angel, escribe en su libro Diálogo da pintura em a Cidade de Roma:
«Ninguna nación y ningún pueblo (excepto uno o dos españoles), puede asimilar o imitar perfectamente la manera italiana de pintar -que es la de la antigua Grecia-, sin que se reconozca inmediatamente por muchos esfuerzos y empeño que se ponga que se trata de la obra de un extranjero. Y si milagrosamente uno de ellos aprendiese a pintar bien, incluso no intentando imitar a Italia, sólo se podría decir que ha pintado como un italiano.»
Pintores españoles en Roma
Esos ‘dos españoles’ según Francisco de Holanda los podemos identificar con Alonso Berruguete y Pedro Machuca pues ambos son ‘águilas’: el grupo de los mejores pintores de su tiempo.
Sueño de Jacob, Loggia de Rafael en el Vaticano
Águilas que sueñan. En la Loggia del Vaticano, algunos estudiosos piensan que Berruguete ha trabajado con Raffaello realizando el Sueño de Jacob. Sus colores y formas se interpretan ‘a la italiana’ y, al mismo tiempo, con carácter propio. Abandonado en su sueño, ni los ángeles ni la posición elegantemente irreal lo descomponen. Una rodilla nos recuerda a los ‘personajes de un gimnasio’ -como decía Sanchez Ferlosio- del gran titán Miguel Ángel.
Cabellos, pies y manos delicados con el toque de Rafael pero con la fuerza de una mandíbula de líneas angulosas. Un sueño con un incómodo reposo recostado que recuerda el despertar del torpor inicial de la creación del hombre. La dura piedra parece un cómodo triclinio que le ayuda a inclinarse hacia la noche. Su rostro, en cambio, se vuelve, con una mirada que traspasa sus párpados cerrados, hacia la escalera del sueño. En ese espacio sin lugar que asciende, el único movimiento se halla en los pasos elegantes de los ángeles que caminan en volandas. Pasarela celestial.
Lunas de Roma
Luces sonámbulas en la noche que son más fuertes de la tenue luz de la luna. Rompe la oscuridad de esa noche un Creador que se eleva como fuente de la luz en la noche antes del tiempo. Una escalera iluminada sale y conduce hacia él.
Una noche que recuerda a otra. Siempre con ángeles, acompañados de luz, situada al otro lado del muro, en las estancias de Rafael. Noche de personajes que duermen con un sueño con el peso de un milagro. Un sueño que se hace realidad y libera. Julio II había perdido sus batallas contra los franceses cerca de Bologna y este episodio parece recordarle que hay sueños que se hacen realidad. Le hace ver y experimentar que un ángel ayuda al primer papa encarcelado.
Quizás también en esta escena trabajó Berruguete, uno de esos pocos pintores españoles en Roma a inicios del s. XV. La noche y una luna creciente son sus testigos.
Liberación de San Pedro en la Estancia de Heliodoro en los Museos Vaticanos.
Sueños de salvación o narcóticos
En esta escena el sueño es un narcótico. Quien sueña deja de cumplir su deber o, como San Pedro, ignora, y así todos permiten que intervengan los planes de la Providencia. El sueño de Jacob, al otro lado es una iluminación, un camino en medio de una naturaleza tenebrosa y agreste. Más allá, en otra escena de la Loggia aparece José interpretando los sueños del Faraón. Siempre sueños como palabras, sueños que indican el camino y consuelan, sueños que permiten que se rompan las cadenas.
Una pintura como estas, de hecho, es un sueño tangible y una revelación. Un sacramento o misterio, para hablar de lo más escondido, incluso a la propia conciencia. Y, al mismo tiempo, estas pinturas nos despiertan. Alguien nos coge de la mano para guiarnos en lo que está pasando -sin tiempo ni lugar a veces- mientras otros duermen. De esta forma, nada de lo que nos pasa queda sin significado.
Loggia de Rafael en el Vaticano
Lo antiguo y lo nuevo.
A inicios del s. XVI el cardenal y humanista Pietro Bembo escribe así a Giulio de’ Medici, futuro Clemente VII:
«Porque continuamente ve llegar muchos artífices de aquí y allá que estudian las bellas antiguas figuras de mármol[…] Estas o yacen esparcidas por cualquier parte o están pública o privadamente guardadas y tenidas en gran estima[…] Cuando proyectan una obra nueva, miran esos ejemplos y, buscando el parecido a través de su artificio, asemejan sus nuevas obras a las antiguas. Pues saben y ven que las antiguas se acercan más a la perfección del arte.»
La perfección en el arte de la que habla Pietro Bembo daba por supuesto que había un momento culmen, perfecto y que este coincidía con cierto tipo de arte griego. Y quizás fue así, si se trata de una cierta forma de comunicar. Como si fuera el redescubrimiento de una maravillosa lengua y sus textos que, aún conocidos por algunos, no estaban vivos en la vida cotidiana. Antiguo y nuevo al mismo tiempo. Pero existen, antes y después, otras exigencias, otros contenidos y el lenguaje cambia. Cambia también la idea de perfección y lo adecuado para expresarla. Lo que puedo decir es que imagino la emoción de Berruguete ante las creaciones de Leonardo, Miguel Angel o Rafael, cuando esas obras antiguas se hicieron vivas con un nuevo presente gracias al trabajo de estos artistas italianos.
Emociones que podemos sentir también ante obras de otros tiempos y formas. Lo antiguo que es nuevo. No se trata de lo pasado inservible, odres viejos para vino nuevo, ni de las maravillas que no volverán. Es la eterna juventud de palabras en color que siguen haciéndonos soñar.
Eso sí, el tiempo es un buen crisol, destructor y heraldo. Él hace que el mismo sueño pueda seguir apareciéndosenos, resplandeciente, en tantas noches, nuevo y distinto.
London British Library. Add ms 27210. Haggadah dorado. Mediados del s. XIV. Sueño de Jacob.
José de Ribera. Sueño de Jacob mediados del s. XVII. Museo del Prado