Son las 8,30 de la mañana y acaban de abrir la entrada al Foro junto a la basílica de San Cosme y Damián. Me parece un lujo poder adentrarme por el Foro romano en solitario. En vez de seguir la inclinación natural e ir hacia la derecha como las aguas que buscan el Tíber preferí subir por la via Sacra hacia el Arco de Tito. Me gusta subir por el Clivus Palatinus hacia lo alto del Palatino pasando cerca de donde estaba la casa de Cicerón. Un saludo lleno de gratitud seguramente le gustará.
El monte Palatino: no sólo una de las 7 colinas de Roma
Sigo sin encontrar a nadie mientras paseo por este jardín arqueológico como si estuviera volviendo a los orígenes de la ciudad o del mundo. El Palatino vuelve a ser una nueva Arcadia. Una pequeña colina de unos 50 metros con campos llanos en la cima. A los lados auténticos bosques de acanto y laureles me acompañan hasta llegar a divisar la Villa Mills.
Desde aquí, hacia la derecha, veo ya la ligera pendiente hacia el Germalus, la parte que va hacia el río. Es la zona más antigua y legendaria. Allí está el Lupercal y las primeras cabañas de las que se conservan trazas.
El Palatino de las maravillas
En el terreno que ocupaba un criptopórtico entre la Domus Flavia y la Domus Tiberiana, tanquilo y feliz me esperaba un conejo. Cola di Rienzo lo bauticé.
En este país de las maravillas avanzaba a pequeños saltitos dirigiéndose hacia el Estadio de Domiciano. Llegando a la parte sur-este de la colina, desapareció bajo tierra. Seguramente Cola tenía su casa en el ninfeo del Septizodium de Septimio Severo. No está mal. Desde aquí, la vista del Circo Máximo, de los arcos del acueducto del Agua Claudia y el inicio de la via Appia son un paisaje digno de la capital del Imperio.
Me di la vuelta para dirigirme hacia el Germalus. Saludé con una reverencia el lugar del templo de Apolo y pasé entre las casas de Livia y Augusto. Por cierto, han terminado los trabajos de restauración y la casa de Livia nos invita a disfrutarla. Allí, muy cerca, estaba la escalinata de Caco de la que no queda casi nada. Sin embargo, su nombre no me deja nunca indiferente y me hace imaginar aquel tiempo sin tiempo en el que los héroes, no siempre los ‘buenos’, paseaban por estos lares. Hércules tiene su ara más antigua allí abajo, muy cerca, bajo el altar de Santa Maria in Cosmedin.
Había una vez… el Palatino
En 1948 excavando en la zona oeste de la colina encontraron unas cabañas del s. VIII a. C. Por esas fechas (753 a. C.) Varrón nos indica que Rómulo fundó la ciudad. La casa Romuli era una cabaña que se reconstruía y restauraba continuamente. Estaba situada en donde luego, no a caso, Augusto edificó su casa. Así, desde entonces, esta colina y sus construcciones pasaron a ser el símbolo por antonomasia del poder de Roma.
Mientras el Aventino era la colina ‘popular’ el Palatino era el símbolo del patriciado, de los ‘palacios’ en los que vivían los encargados de ejercer el poder. No por nada la familia Farnese eligió esta colina para construir a finales del s. XVI su residencia de verano (Horti Farnesiani) con magníficos jardines y ninfeos que aún podemos admirar en parte. No solo, también los Borbones de Nápoles, con Francisco II y luego Napoleón III, lo eligieron como residencia paradisíaca y de gran significado político en Roma.
El Palatino hacia el Circo Máximo
Tras los jardines de los Farnese, se extiende hacia el oeste la parte más antigua de la Colina que nos hará llegar hasta los mismos orígenes de la ciudad: la zona de la gruta Lupercal, el templo de la Magna Mater, Cibeles, la cabaña de Rómulo, la casa de Livia. Luego, podremos poner a prueba nuestra vista e imaginación intentando reconstruir los espacios de la Casa Augustana y de los palacios Flavio y Severiano. En estas ruinas impresionantes la ausencia se nota tanto que intentamos tender todos los puentes posibles (imágenes y palabras) para llegar a experimentar la emoción de estos lugares en los que nació Roma.
Volvemos así hacia el Foro. La vista desde los Horti Farnesiani con la gran basílica de Majencio es maravillosa. Aprovecho la apertura de la Rampa Domicianea para sentirme pequeño, pequeño y volver al centro del Foro, no sin antes admirar los frescos de Santa Maria La Antiqua y los 40 mártires.
Empiezo a ver grupos de turistas, mientras que los señores de la colina, fantasmas, conejos y plantas, vuelven a su quietud, formando solo parte de relatos y del mundo escondido en esta colina.
Para concluir, os aconsejo este relato de Isabel Barceló para pasear por el Palatino y revivir el ambiente y lugares del nacimiento de Roma. No os perdáis su libro Los Orígenes de Roma publicado por Gredos.
Información y detalles curiosos
Por cierto, hemos creado una página dedicada a las entradas del Palatino con toda la información detallada y actualizada para que puedas organizar tu visita en esta colina donde nació Roma.
Es el mes de mayo. El Palatino se viste con las flores rosadas del ‘árbol de Judas’.
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Te aconsejamos una experiencia redonda: que vuestro encuentro con columnas, restos, piedras y naturaleza continúe a vivir en vuestra imaginación y recuerdo. Haréis que revivan esas piedras con vuestra presencia y en su dureza, en su duración, ellas os recordarán una sentencia de Virginia Woolf:
The vey stone one kicks with one’s boot will outlast Shakespeare. (Esa misma piedra que has golpeado con tu bota sobrevivirá a Shakespeare).