Notas técnicas: El Moisés de Miguel Ángel es una escultura de 2,35 metros de altura. Realizada en un único bloque de mármol de Carrara cuando Miguel Ángel tenía 38 años (1513, concluida en 1515 y transformada en 1542). Es la figura central de la tumba monumental del papa Julio II en la basílica de San Pietro in Vincoli de Roma.
Historia de la escultura de Moisés de Miguel Ángel
Esta obra maestra de la escultura del Renacimiento forma parte de la tumba de Julio II en la iglesia de San Pietro in Vincoli.
Fue realizada entre 1513 y 1515 tras la muerte del papa cambiando el grandioso diseño original ideado en 1505.
Inicialmente, según nos cuentan Vasari y Condivi, el Moisés (la ley) iría en un extremo de una tumba concebida como una gran aula dentro de la basílica de San Pedro. En el otro extremo de la tumba estaría una estatua dedicada a San Pablo (la gracia). Cuando Julio II decide invertir fondos y energías en el proyecto de Bramante para la nueva basílica de San Pedro, Miguel Ángel ve esfumar sus esfuerzos para llevar a cabo la gigantesca tumba. Tal es su enfado que el 17 de abril de 1506 se escapa de Roma refugiándose en Florencia. Al día siguiente el papa puso la primera piedra de la nueva basílica según el esquema de Bramante.
Más tarde, tras recibir el encargo para pintar la bóveda de la Capilla Sixtina (1508-1512) que lo reconcilia con el papa, vuelve a Roma. A la muerte del papa en 1513, recibe el encargo de trabajar en la tumba monumental que ya no estará en el Vaticano sino en la iglesia de San Pietro in Vincoli, unida a la familia della Rovere. En 1515 tenía concluidas algunas estatuas como ‘los prisioneros’ y el Moisés. Pero todo volvió a pararse. Mientras tanto, el cuerpo de Julio II seguirá -y sigue- junto a los restos de su tío, el también papa Sixto IV, enterrados ambos bajo una simple lápida en la basílica vaticana.
No se acaban aquí las peripecias de esta maravillosa escultura. De hecho, Miguel Ángel, ya anciano vuelve a trabajar en el Moisés entre 1542 y 1545. En ese período Miguel Ángel la transformó haciendo que su cabeza estuviera mirando de lado y la pierna izquierda doblada hacia atrás.
Información útil para visitar el Moisés
La iglesia está abierta desde las 08.00 hasta las 12.30 y de 15.00 a 18.00. La entrada en la iglesia es gratuita.
Si quieres una visita guiada para disfrutar contemplando el Moisés, no dudes en escribirnos a info@enroma.com. Un buen plan podría ser participar por la mañana en nuestro Tour del Coliseo y luego, por la tarde, visitar San Pietro in Vincoli. Os aconsejo ir por la tarde porque, además, hay menos gente.
El Moisés de Miguel Ángel – Cuánta belleza tras la gloria
Los momentos de gloria son prácticamente indescriptibles. Sólo un poeta y en palabras que anulan cualquier palabra se ha acercado a decir algo con ‘un no sé qué que se queda balbuciendo’.
Nosotros nos acercamos siempre al misterio con una fascinante emoción unos momentos antes o después. Por ejemplo, en la Capilla Sixtina nos podemos quedar junto a Moisés mientras se quita los zapatos antes de acercarse a la intimidad de la zarza ardiendo. Y allí nos quedamos esperando, en la parte anterior, quizás uno de los carneros del rebaño.
Hoy me acerco hasta San Pietro in Vincoli para contemplar a Moisés, radiante, unos momentos después de otro diálogo íntimo. Y me lo encuentro como un meteorito. Una piedra caída del cielo que nos trae el roce, el calor, la fuerza de quien ha estado más allá de las montañas y, ya entre nosotros, nos da noticias de uno de esos instantes inefables que nos llevan más allá del tiempo.
Como si hubieran pasado largos años, como si de repente sintiera todo el peso de la edad, Moisés baja de la montaña en la que recibe las tablas de la ley. Lo que no estaba escrito sino que hablaba en nuestra carne se había hecho difícil de escuchar. Como difícil de oír es el latir de nuestro corazón. Y desde lo alto Moisés literalmente precipita en piedra palabras que estaban con nosotros desde el sexto día de la creación. Hay momentos en los que una carta, un mensaje, se hacen necesarios como un fruto para el árbol.
No todos pueden ir hasta lo alto ni soportar la caída sin desintegrarse. No todos pueden soportar el miedo a lo terrible que se esconde entre nubarrones y vientos. Y tampoco todos pueden escuchar las palabras que susurra la brisa cuando hay cosas que necesitan de la intimidad del tú conmigo.
Traicionando la espera
Los demás nos quedamos en el valle esperando para luego conocer los caminos de las estrellas cuando esas palabras en piedra precipiten como meteoritos. Pero no decidimos nosotros el momento de la caída, del impacto, del estremecimiento. Y ¡cuán larga puede ser la espera si se pierde la ilusionada pasión! Es más, de tanto esperar podemos incluso perder la esperanza. Nos dedicamos a otras cosas, sucedáneos de lo inefable pero más a la mano. Y llegamos a no darnos cuenta de que está llegando. Ya está aquí, pero sin nuestra apasionada esperanza no notamos nada.
Y así me mira ahora el Moisés de Miguel Ángel. Está aquí, sorprendido y casi incrédulo, con las tablas de piedra aún en su mano. Se ha sentado haciéndose un hueco en nuestra pobre tierra. Me mira severamente pero sin la cólera que se desatará tras un segundo. Subiendo y cayendo ha recorrido una distancia que nadie podría imaginar mientras yo, uno más aquí abajo, no he sabido esperar.
Está sentado pero no descansa, lleno de una energía que ningún lugar parece capaz de contener. Se le escapa en forma de cuernos todo el brío que se ha ido encendiendo durante su bajada. Es tanta la distancia, encumbrado hace un instante, y la ha recorrido tan rápidamente hasta llegar aquí que toda su piel de piedra ha quedado lisa y pulida. Destellos de estrella fugaz se le han quedado prendidos y brillan como reflejos sobre la piel de un atleta cubierto de aceite antes del combate. Y sombras también. Necesarias para sentir el volumen y acercárnoslo a nosotros. Sombras que se lo hacen cambiar con el pasar del tiempo, humano, con vida, pues la vida -nuestra pobre vida- es una meridiana sobre la que camina el sol. Roca celestial y ahora terrestre, con sombras.
Descubiertos por Moisés
Para mirarme has ladeado la cabeza allá en 1542 sabiendo que un día llegaría hasta ti caminando por la nave derecha. O quizás has querido indicar eternamente y para todos que estás siempre a punto de levantarte para imponer tu presencia. ‘Ahora me levanto y vais a ver lo que es bueno…’ pareces estar diciéndonos a todo el pueblo con un movimiento de cabeza que nos captura, que no se puede confundir con la indiferencia. Con él parece que estás aún más cerca pues nos descubres con la mirada. Dominas todo a tu alrededor y con sólo levantarte nos alcanzas, estemos donde estemos. Y lo sabes.
Te tengo ante mí y por eso eres parte de lo anterior. Lo que fuiste y ya no dejarás de ser, lo que conozco, lo que está delante. Y yo también vengo del pasado, de lo anterior, para presentarme ante ti. Si estuviera a tu espalda, en el espacio tras tu nuca, ocuparía una parte posterior, el futuro de la posteridad y no podrías verme. Estaría libre de tu ira pero no existiría para ti. Prefiero lo anterior, que en el espacio está delante y atrás en el tiempo, aunque tenga que beber el polvo dorado de mis ídolos pulverizados. Tú como un meteorito has destruido la tranquilidad que me había construido en forma de becerro de oro.
Me voy y sé que aún me sigues. Y yo intento mirarte postergado para ver lo que me espera.