«El más destacado (entre todos los monumentos) es el llamado Mausoleo que se eleva sobre una base de mármol no lejos de la orilla del río. Árboles de hoja perenne cubren su parte más alta en la que se encuentra una estatua de bronce del fundador del imperio.» (Estrabón, Gheographikà, libro V, 3,8). Encerrado entre construcciones de clara arquitectura de época fascista y la teca que custodia el Ara Pacis, el Mausoleo de Augusto parecía destinado a convertirse en una ruina, pura ausencia, tan sólo un reflejo. Sus voces, sin embargo, parece que se han deperezado y vuelven a hacernos presente su presencia.
El Ara Pacis con su ‘teca’ del arquitecto Meier y detrás el Mausoleo de Augusto
En muchas ocasiones este monumento se hundió en la memoria, reconvertido en una especie de arena, en un corral, vacío de todo legamen con quien lo mandó construir. Su finalidad originaria muy pronto quedó olvidada y, en esta llanura del Campo Marzio, se elevaba como una isla cuando el cercano río lo rodeaba con sus aguas.
Imagen del Campo Marzio de Pirro Ligorio (1561) y reconstrucción del Mausoleo de Guglielmo Gatti
El emperador César Octavio Augusto murió el 19 de agosto del año 14 d. C. con 76 años de edad. «Acta est fabula. Plaudite!» Según nos dice Suetonio, estás fueron sus últimas palabras y no acaso en griego, fabulosa tragi-comedia de la vida. La representación se terminó. Aplaudid. Porque el actor necesita su público. Ahora, despojado de su persona, de su máscara, podía recibir los aplausos y salir del escenario. También Baco y los dioses podrían aplaudir haciéndole merecedor de la inmortalidad. El arte y el teatro como vías para vencer la muerte. Luego, con el humo de la pira funeraria se elevaría un águila. El tributo de Artemisia a Mausolo sería el ejemplo de cómo convertir su memoria en arte, en palabras de piedra, lanzadas sobre la superficie líquida del tiempo.
El Mausoleo de Augusto será la mayor tumba circular de la antigüedad, símbolo de su apoteosis, piedra caída en la laguna Estigia y origen de tantos otros círculos concéntricos. Octavio la empezó a construir en el año 29 a. C. tras haber conquistado Egipto y haber visto la tumba del gran Alejandro, siempre ambos fuente de inspiración para la Roma de todos los tiempos. Tenía 34 años y gozaba de una buena salud pero ya pensaba en su papel en una nueva Roma y su representación tras la muerte. De hecho, dos años más tarde, en el 27 a. C. recibirá la investidura como princeps, el título de augustus y el imperium proconsolare.
Estatua de Augusto encontrada en la villa que Livia tenía en la localidad romana de Prima Porta. Estaría realizada siguiendo como modelo la estatua de bronce colocada en lo alto del Mausoleo de Augusto.
Actualmente esta escultura es una de las obras maestras conservadas en los Museos Vaticanos.
Tumba de Familia
Muchos de los miembros de la familia Iulia dejaron aquí sus cenizas. Polvo son, más polvo divinizado. Muchas de las urnas han desaparecido, incluyendo la de Augusto, y otras se han conservado, como la de Agripina Mayor, utilizada durante muchos siglos como unidad de medida (la rugiatella romana). Adriano prefirió construir su propio mausoleo, el actual Castillo de Sant’Angelo y Trajano quiso encumbrarse en su famosa columna.
En este túmulo no sólo se concentran tierras traídas de todo el imperio, sino tiempos y usos tan diversos como sorprendentes. «Qué hay en mi presente sino esa terca y abrumadora y decadente y voluptuosa abundancia del pasado» (Manuel Vilas, Alegría). Terco es el Mausoleo en su intención de elevarse. Abrumador por su peso de gigante imperial. Decadente en sus piedras robadas o caídas, raídas por el viento y los picos. Voluptuoso por memorias y encantos que tientan a las musas.
El Mausoleo de Augusto imaginado entre los monumentos de Roma representado en las Estancias de Rafael de los Museos Vaticanos
Él asistió a la invasión de Alarico en el año 410 iniciando su olvido. Y el olvido hizo que sus formas se enterraran, Mausoleo que devolvía a la tierra tantas memorias. Pasó a ser el ‘Monte Augusto’ con una estatua del arcángel San Miguel en su cima. Curioso destino de estos mausoleos puestos como vigías y ángeles protectores de la ciudad desde lo alto.
Luego fue testigo de las luchas entre la familia Colonna que lo había fortificado y sus enemigos en la ciudad. Matheus Rubus en 1241, general del papa Gregorio IX lo destruye en la lucha contra las tropas de Federico II que apoyaban al cardenal Colonna. Y así volvió a ser una simple colina en la que fue quemado el cuerpo de Cola di Rienzo: cenizas que nos hablan de lo que es el poder.
Este Monte Augusto, de lugar para llevar a pastar las ovejas y cabras pasó a ser un precioso jardín cuando lo compró la familia Soderini. Más tarde pasó a los Correa que lo abrieron a la ciudad, volviendo a ser un lugar ameno para los paseos cerca del río.
Piranesi, los fuegos artificiales en el Mausoleo de Augusto
En 1780 el marqués Vivaldi-Armentieri lo tansformó en un circo con espectáculos como las famosas ‘giostre’ de toros y búfalos que tanto les gustaban a los romanos. El papa León XII los suprimió por su carácter sangriento. El fuego sustituyó la sangre y los alegres ‘fochetti’ llenos de ruido y luz alegraban las cálidas noches estivas.
En el interior del Mausoleo de Augusto se celebró la gran cena en honor de Garibaldi en 1875
En 1880 la gran plaza que se había formado vaciando el Mausoleo se convirtió en el Anfiteatro Umberto I en honor del rey de Italia. En 1907 fue sede del Auditorium de Santa Cecilia para luego ser demolido junto con todas las casas que lo rodeaban en 1934. Llegaban tiempos en los que la idea de un nuevo imperio quería elevarse apoyándose sobre los muros del antiguo. Quizás por eso demolieron todas las casas que se arrimaban al Mausoleo como rémoras ante el mar de la historia en Roma. Y allí se quedó, a 7 metros bajo el nivel de las calles, convertido en unas ruinas aisladas de la vida de la ciudad. Un gigante que espera un lugar, un tiempo, en donde sus memorias puedan explayarse.
En el interior del Mausoleo cuando se creó la escultura en yeso para la fundición de la estatua del rey Vittorio Emanuele II actualmente en el Vittoriano
Res gestae Divi Augustis
En donde estaba la antigua aduana del puerto de Ripetta fue colocada el Ara Pacis. Y las palabras que Augusto nos dejó son su mejor decoración: testamento custodiado por cada visitante tras haber abandonado el hogar de Vesta.
Antiguamente estaban escritas en bronce, junto a la entrada de su mausoleo, flanqueadas por dos estelas, dos obeliscos que custodiaban el paso del tiempo y las personas. El bronce se perdió y con él sus palabras… pero la búsqueda de transmitir la memoria, el recuerdo como mejor legado y testamento, nos las ofreció en 1865 el epigrafista T. Mommsen. Las rescató de las paredes del Templo de Roma y Augusto en Ancyra, la actual Ankara. Un eco que vuelve a la boca silenciosa del Mausoleo.
…Vel quae, Tiberine, videbis funera, cum tumulum praeterlabere recentem! (Virgilio, Eneida, VI, 874). ¡Qué funerales verás, Tiberino, cuando corras junto a la tumba reciente!
Durante los trabajos de demolición de todas las construcciones entorno al Mausoleo de Augusto
Y en el agua del Tíber que siente nostalgia de su mirada, de su reflejo, seguimos notando la ausencia de una memoria explicada en palabras, abierta. Pronto, con nuestros pasos, podremos hacerla revivir, convocarla. Mientras, altos cipreses elevan del fondo de la plaza esta memoria: un viaje que va mucho más allá de las estrellas nos espera. Dentro de poco podremos tener la ocasión de recoger sus huellas y formar parte de ese espacio creado como pura memoria de quien ya no tiene tiempo.
2 Comentarios
Hola. Buscaba imágenes de la res gestae, en Ankara. Hermosas descripciones e imágenes del mausoleo. Muchas gracias por subirlas. Ojalá algún día pueda verlo.
Espero que pronto puedas estar por aquí… y también, siguiendo las huellas de Augusto, disfrutando en Ankara. El Mare Nostrum te espera. Gracias por tu gratitud y aprecio. Un saludo desde Roma.