En el centro de Plaza Navona, escenario privilegiado de este teatro llamado Roma, se alza la Fuente de los Cuatro Ríos. Bernini trae a Roma los mayores ríos del mundo y los hace fluir en esta fuente en el centro de Piazza Navona.
La Fuente de los 4 Ríos… de un nuevo paraíso
Aunque mida 30 metros de altura es una de las cimas de Roma. Su situación en la plaza, su aguja de 16 metros y un mundo de agua que la sostiene, nos la hacen imaginar como si estuviéramos ante el legendario monte Ararat en el momento en el que se posa la paloma enviada por Noé tras el diluvio. Y nos trae buenas noticias de paz. O así lo esperamos.
En su cima la paloma con el ramo de olivo de la familia Pamphilj serenamente reposa mientras las aguas discurren en la base de esta cima. Un nuevo mundo surge tras el desastre del diluvio. Roma pasa a ser símbolo de esa tierra lavada, renovada tras el dolor.
Son 4 grandes corrientes, impetuosas, anchas, caudalosas que corren formando grandes fosos que rodean y defienden el orbe. No acaso en el paraíso terrenal había 4 grandes ríos que lo delimitaban. En Roma, centro de una tierra que quisiera ser de nuevo paraíso o al menos imagen de él en este mundo, Gian Lorenzo Bernini se ha atrevido a recrearlos. Poder del arte que en Roma imagina el inicio y final del tiempo -como en la Capilla Sixtina– y es capaz de introducirnos en una tierra regalada por Dios con ríos maravillosos que la hacen fértil, sana y segura.
Piedra sobre agua
Cuando en 1647 le indicaron a Inocencio X que habían encontrado un obelisco en trozos en el Circo de Majencio, en la via Appia Antica, ni él habría soñado el destino que le estaba destinado.
Como ocurre en muchas ocasiones, sería Olimpia Maidalchini la que se entusiasmó ante la locura que el Bernini le había presentado en un modelo en plata: alzar una granítica aguja de sol sobre el aire y el agua. El travertino sólo sería la letra, el cuerpo, con el que se revestiría el agua y el aire. Todo ello en la plaza ante su palacio, ante el palacio de la familia del papa.
En este paraíso romano rodeado por el Nilo, el río de la Plata, el Danubio y el Ganges, el león y el caballo se encuentran de nuevo unidos en paz. El armadillo descubierto en el nuevo mundo, viaja hasta el corazón de la Urbe. La serpiente recuerda la salud de Esculapio y no al animal causante de la expulsión del paraíso. Se vuelve a reestablecer la unidad, la paz entre el hombre y la naturaleza.
Las aguas que esconden misteriosos monstruos, son apacibles y claras, quedando cubierto sólo el desconocido rostro del Nilo. Son aguas en las que navegar, con un gran remo-timón para que el viaje nos lleve siguiendo la corriente.
Mientras en el obelisco ante Santa María Sopra Minerva el peso de la sabiduría es llevado por la fortaleza del elefante, aquí son el agua y el viento que agita las palmeras los que soportan el peso.
Una cumbre en una fuente
Es el culmen del barroco en el que lo más pesado de las rocas hechas para durar y lo más ardiente del sol, sujetado por la sombra del obelisco, se sustentan sobre corrientes de agua y aire. Estabilidad y fluir que son dos aspiraciones de nuestra existencia y de toda la historia que el arte de Bernini en 1651 nos presenta en su cumbre.
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4 figuras de ríos que no están en sus lechos, como triclinios, sino apoyadas, en movimiento. Antiguos modelos en sus rostros que se incorporan, que se mueven como si la historia les hubiera rejuvenecido y dado bríos. Una preciosa fuente que marca el centro de Piazza Navona queriendo hacerla centro del mundo. Ríos de todo el mundo, con sus paisajes y fieras, que corren por ella.