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Julio César

Julio César es uno de los personajes más importantes de la historia de Roma. Clave en la desaparición de la República romana y la implantación del Imperio por su sucesor e hijo adoptivo Augusto. La huella de Julio César, por si esto fuera poco, va incluso mucho más allá. Pues a él le debemos las bases del calendario que hoy utilizamos, con él comenzó la anexión de Egipto a Roma, estudiamos sus obras como escritor, sus estrategias como militar…

Julio César es sin duda alguna una de las figuras más destacadas de la historia universal y, en Roma, todavía podemos caminar entre las huellas de su legado.

Roma soy yo

La vida de Julio César ha dado lugar a miles de leyendas y bibliotecas enteras. Si escuchamos su nombre, inmediatamente pensamos en Roma… y viceversa. De ahí que el título que Santiago Posteguillo da a su novela Roma soy yo, dedicada a los inicios de la vida pública de Julio César, sea tan sugestivo y acertado. Pero también tenemos que tener en cuenta su segundo libro dedicado a César: Maldita Roma. Una ciudad en la que Julio César fue escalando hasta llegar al culmen del poder, pero que albergaba los personajes y motivos de su muerte.

Mi amigo Fernando Latorre, con su Diálogo cesariano, me muestra cómo se pueden contar las vicisitudes del protagonista de la Guerra de las Galias, desde una perspectiva nueva, rigurosa y al mismo tiempo interesante.

 

Nos acercamos, así a Julio César, para adentrarnos en Roma.

El joven Julio César

Gaius Iulius Caesar nació el 12 de junio del año 100 a. C. en una antigua familia romana, la ‘gens iulia’. Tan romano era que su barrio era el actual de Monti, la antigua Subura.
El apelativo ‘Caesar’, césar, que recibía la familia como apodo o apellido, proviene quizás de un legendario soldado romano que fue capaz de matar un elefante (caesai, en lengua bereber) durante la primera guerra púnica.

Cuando pienso en el joven Julio César no puedo dejar de imaginármelo con el fascinante aspecto de Marlon Brando interpretando el papel de su querido Marco Antonio. Las palabras de Shakespeare declamadas por el gran actor tras la muerte de Julio César son maravillosas: «My heart is in the coffin there with Caesar,  And I must pause till it come back to me» «Mi corazón está en el ataúd, allí con César, y yo tengo que hacer una pausa hasta que vuelva a mí.»

Su tío Gayo Mario, uno de los jefes de la facción de los ‘populares’, en oposición a los ‘optimates’, ejerció una gran influencia sobre el joven Julio César. Con quince años se queda huérfano de padre y empieza un período de muchas dificultades, también políticas, cuando Sila, enemigo de los ‘populares’, obtiene el poder.
De hecho, tuvo que abandonar Roma y regresó a la ciudad sólo con la muerte de Sila, dedicándose a la carrera forense, mientras se formaba políticamente.

El poder y la gloria

Su éxito político empieza al conseguir el cargo de ‘pontifex maximus’ en el año 63 a. C. Luego, pasa a ser pro-pretor y gobernador de la hispania ulterior luchando contra los lusitanos.

En el año 60 a. C. Julio César llega al poder formando parte del primer triunvirato junto a Pompeyo y Craso. El año siguiente, el 59 a. C. llegará a lo más alto del poder al ser nombrado cónsul.
Ahora bien, tras la conquista de la Galia en el año 49 a. C. empezó un enfrentamiento abierto con Pompeyo (Craso había muerto en la guerra contra los partos en el 53 a. C.). Fue el momento en el que Julio César decidió atravesar el río Rubicón con sus tropas. Este pequeño río, situado un poco más al norte de Florencia y que desemboca en el mar Adriático, se había convertido en la frontera de la ciudad, como si Roma hubiera crecido hasta allí y atravesarlo con un ejército fuese amenazar la inviolabilidad y seguridad de la Urbe. Julio César lo hizo famoso al pronunciar aquellas tres palabras ‘alea iacta est’, los dados, la suerte, está echada.

Fue el inicio de una guerra civil que se concluiría con la batalla de Farsalia en agosto del año 48 a. C. en la que las tropas de César vencen a las de Pompeyo. En esta batalla Marco Antonio mandaba las legiones VIII y IX en el ala izquierda del ejército de Julio César.

Pompeyo huyó a Egipto buscando refugio en la corte del joven faraón Tolomeo XIII que estaba bajo su área de influencia. Cuando César llegó a Egipto persiguiendo a Pompeyo, se encontró con la amarga sorpresa de su cabeza presentada como un regalo. César lloró amargamente su muerte y favoreció que Cleopatra, su amante y hermana del joven rey, subiera al trono de Egipto.

Tras varias batallas en Asia y África contra los seguidores de Pompeyo pudo volver a Roma en el año 46 recibiendo un gran triunfo en el que toda Roma celebraba la tan deseada paz… Sin embargo, sólo el año siguiente, tras la batalla de Munda, conseguirá terminar definitivamente la guerra civil que le permitirá ser nombrado dictador vitalicio (44 a.C.), con el control absoluto de Roma.

Idus de marzo

Asesinato de Julio César en la curia de Pompeyo los idus de marzo. Lienzo de V. Camuccini. «¡Éste sí que era un César! ¿Cuando tendréis otro como él?» (Shakespeare, Julio César)

Para el año 44 Julio César había decidido que él y su fiel Marco Antonio serían cónsules mientras que Bruto y Casio serían los pretores. El 15 de marzo de ese año fue el día en el que, en los pórticos de la curia de Pompeyo, junto a su estatua, Julio César fue asesinado. Día que había sido acompañado con trágicos presagios que César desoyó. Día que paso a la historia trágicamente y que da paso a la herencia más importante de Julio César: el inicio del imperio con su hijo adoptivo Octaviano. Éste no sólo recibió los 3/4 de las posesiones de su tío abuelo sino que, sobre todo, pasó a llevar desde entonces su nombre, Julio César Octaviano.

Foro de César

Ya antes incluso de la llegada de Julio César, Roma vivió un periodo de gran crecimiento. Tanto en población como en la expansión de la propia ciudad. Y, obviamente, también de su territorio por occidente.

Pese a esto, el Foro Romano, donde sucedía gran parte de la vida social, política y económica, llevaba teniendo las mismas medidas durante siglos. Comenzaba a quedarse pequeño. César sería el primero en ampliarlo creando el Foro de César. Hoy la totalidad de los foros está separada por la Via dei Fori Imperiali y el de César queda a la izquierda de la calle si dejamos el Coliseo a nuestras espaldas.

La construcción más destacada del Foro de César es el templo a Venus Genetrix. Una deidad de la que el propio Julio y toda su familia defendían descender. Antecesora de su gens Julia. En la actualidad se conservan todavía restos del templo que es uno de los más representativos del foro.

Templo de Venus Genetrix, Foro de César.

Las casas de Julio César en Roma

La casa donde Julio César creció y pasó gran parte de su vida no estaba muy lejos de este foro. De hecho la residencia familiar estaba situada en el barrio de la Suburra, un barrio humilde donde hoy se sitúa el barrio de Monti.

Desde pequeño, César admiró enormemente a Alejandro Magno, quien logró grandes victorias a una edad muy temprana. Julio no tuvo el mismo camino y no tuvo su primer cargo público hasta los 30 años. Sin embargo, siempre mostró mucha personalidad, carisma y conocimiento. Aptitudes que le llevarían a grandes cargos y logros.

Julio César dejaría su casa natal con su nombramiento como pontifex maximus. Como tal, podría residir en la Via Sacra, todo un honor y privilegio. Y allí vivió durante años.

Dibujo de Yago que nos ha llegado en la conmemoración de los idus de marzo, 15-3-2024.

Paseando por el foro nos lo podríamos encontrar y saludarlo con un ‘Ave, César’ sabiendo que luego, ese saludo, sería el más famoso del imperio y de la historia.

Curia Julia

César vivió durante la República. Es decir, cuando Roma era gobernada por el senado y no por un emperador o rey. Aunque había habido un dictador, Sila, quien se había nombrado dictador vitalicio concentrando todo el poder en su figura. Personaje con el que César tuvo sus diferencias, pues rechazó casarse con la hija de Sila y hasta tuvo que huir de Roma durante un largo período, llegando a estar perseguido. Incluso las vestales tomaron partido para que pudiera regresar.

Una de las mil aventuras que forjaron al hombre que fue César y que Santiago Posteguillo nos cuenta en su novela ‘Roma soy yo‘. Es emocionante ver los lugares que hemos imaginado leyendo. Pero centrémonos en su legado en Roma.

En la República, dos cónsules escogidos mediante el voto lideraban Roma en conjunto con el resto de senadores mediante el voto.

En su ascenso político, César llegó a ser una de esas dos figuras. Aliándose con dos poderosos socios, Bruto y Pompeyo, consiguieron formar un triunvirato que en la práctica tomaba todas las decisiones. El triunvirato comenzó a disputarse entre sí un poder mayor. Disputas que acabaron en una guerra civil de la que César salió como vencedor y como único y gran mandatario de Roma. Dictador vitalicio.

Una figura muy fuerte pero a la vez delicada. Pues César sabía bien del temor y reticencia de los romanos por la figura de un rey absoluto. De un retorno a la monarquía. Por ello intentó siempre mostrar que el Senado seguía teniendo poder, aunque en la práctica no contara ya demasiado.

Julio César construyó incluso un nuevo edificio para el senado en el Foro Romano: la Curia Julia. Que, además, se conserva increíblemente bien después de tantos siglos y gracias a múltiples reformas. Conserva incluso pavimento original y se distinguen aun los asientos de los senadores. Uno de los mayores testigos del paso de Julio César en Roma.

La Curia Julia, perfectamente conservada.

Largo di Torre Argentina

Esta concentración de poder en un solo hombre y la adoración del pueblo hacia César hizo que algunos senadores y nobles de Roma temieran por el fin de la República y el senado. Muchos de ellos querían acabar con César para restablecer la República pero otros se unieron por puro odio o envidia hacia Julio.

Los conspiradores decidieron actuar en los Idus de Marzo del 44 a.C. Invitaron a Julio César a una reunión en la Curia de Pompeyo, cuyos restos están actualmente en Largo di Torre Argentina. Allí, una vez dentro, César conoció su final en una de las traiciones más sonadas de la historia.

Aquel marcado edificio, la Curia de Pompeyo, sigue parcialmente en pie junto al teatro de Pompeyo y 4 templos conservados en el área arqueológica del Largo di Torre Argentina. Un lugar donde cambió el mundo para siempre y que aún podemos ver con nuestros ojos.

El asesinato de Julio César en Roma, lejos de la intención de la conjura, no sólo no reestableció la República sino que provocó el inicio del Imperio Romano.

Largo di Torre Argentina vista desde la Curia de Pompeyo en donde murió Julio César

Templo del Divino Julio César en Roma

El pueblo de Roma quedó totalmente desolado con el asesinato de César y condenó a sus responsables. Esto lo aprovecharon los partidarios de César y, sobre todo, Augusto, su hijo adoptivo y heredero.

Augusto se erigió como el elegido de César e inteligentemente marcó su postura con fuerza desde el principio. El aún llamado Octavio llevó el cuerpo de Julio César al Foro Romano, un lugar absolutamente privilegiado, y organizó un funeral multitudinario para despedir a César. Incineraron su cuerpo y se decretó su divinización. Augusto, en el lugar, ordenó la construcción de un templo en honor al ahora dios Julio César. El Tempo del Divino Julio César.

Un templo del que todavía se conservan restos y podemos visitar en el foro. Pisando el lugar donde Julio César fue incinerado en Roma.

Busto de Julio César que se conserva en los Museos Vaticanos

La herencia de Julio César

Augusto tendría todavía un duro camino para convertirse en emperador, pero acabó iniciando un Imperio y después de él vendrían más y más emperadores. Fue el fin de la República y, en el Imperio, Roma conoció su mayor esplendor, expansión e influencia en occidente, África y Asia.

Extensión de las conquistas de Roma al morir Julio César.

Sin Julio César, no hubiera existido un Augusto y, por tanto, el Imperio Romano.

Además de sus conquistas (la famosa Galia, sin contar con Asterix y Obelix) Julio César también se dedicó a mejorar el gobierno de la gran ciudad de Roma. Era y es una cuestión compleja como bien nos da a entender su ‘Lex Julia Municipalis’ promulgada por César en el 45 a.C., un año antes de morir. En esta ley, por ejemplo, se indica que ‘en las actuales o futuras calles de la Urbe y hasta mil pasos fuera de las murallas queda prohibido el tránsito de carros desde la salida del sol hasta la décima hora (las 8 de la tarde). Como vemos, un político de la época tenía que dedicarse no sólo a las batallas sino también a la administración, especialmente de la ciudad de Roma.

Por todo ello, la huella del César marcó a los antiguos romanos durante el resto de su historia, en lo político, militar, administrativo e incluso literario. Y no sólo eso, sus actos inspirarían al resto de la humanidad para siempre. Estudiando sus libros, sus hazañas, sus palabras y decisiones como las de un hombre culto, inteligente y que consiguió ser considerado casi un dios durante su vida y su muerte.

Tapiz que representa el asesinato de Julio César y que podemos admirar en los Museos Vaticanos. Forma parte de una colección de tapices dedicados a César y que el papa Julio III recibió como regalo al final de su vida, en 1555.

En el arte se ha reflejado mucho la vida y la persona de César. En los museos de Roma tenemos la suerte de comprobarlo. Con especial mención a los Museos Vaticanos que conservan un espléndido busto del hombre que cambió Roma y Occidente para siempre: Julio César.

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