«Ahora que no somos nada, que nadie nos mira a los ojos, que estamos como muertos, quiero hacer algo bueno». Recuerdo estas palabras que ayer escuché en boca de uno de los personajes que aparecen en la película Maixabel mientras estoy preparando una nueva visita al Ospedale Santo Spirito. Escribo estas notas pensando en cómo iré, cómo iremos, a este rincón de Roma a orillas del Tíber. Un hospital que, como la cárcel en la película, te ocultan al trasiego de la vida y los negocios, dando una ocasión de descubrir la importancia de la salud o la libertad. De ellos se puede salir con profundos cambios, deseando, casi necesitando, hacer algo bueno cuando no hay nada más que perder.
En el cine Farnese nos encontramos con Maixabel y nos acercamos a su historia y su sentir. Sus palabras de reconciliación, dolores y cambios profundos, me acompañan, no a caso, en mi vida, a la hora de pensar en los lugares que ver en una Roma que acoge y cura.
Este fin de semana, las jornadas otoñales del FAI (Fondo Ambiente Italiano), nos permiten entrar en estos ambientes acogedores y curativos de Santo Spirito in Sassia, descubrir su historia, el arte que nos habla y la arquitectura que en donde vive el poder pero también el mérito del hombre.
Hospital Santo Spirito, a dos pasos de San Pedro
«-Prefiero ser la viuda de Juan Mari a ser tu madre.
-Y yo preferiría ser Juan Mari y no su asesino.»
Normalmente hace falta un largo camino para llegar a los sitios más importantes o para saltar por encima de la enorme distancia entre lo que era antes y lo que luego es. Entrar en el hospital del Espíritu Santo en Saxia es acercanos a un lugar en el que sanar las heridas del camino, restaurando las fuerzas consumadas para llegar. Es un lugar en el que poder mostrar la debilidad para que se aplique el remedio que en la mayoría de los casos es el cuidado, la dedicación, la presencia. De esta forma podrá aflorar la salud o la perderemos rendidos a la debilidad. Pero en manos de alguien, acogidos, hospes, peregrinos y en visita a Roma.
Agripina la mayor
Cuando inicio a leer sobre la historia del hospital me encuentro con otra mujer conocida como Agripina la Mayor, madre y abuela de dos emperadores, Calígula y Nerón. En 1959 se descubrieron en unas excavaciones bajo el hospital algunos restos de la villa y huerto que le pertenecían en estos lugares más allá del Tíber. Me gusta imaginar cuántas personas habrán encontrado refugio en esta villa durante el gigantesco incendio de la ciudad en tiempos de su nieto Nerón. Precisamente en una villa que ella -una de las pocas mujeres de la familia imperial con ‘buena prensa’- no pudo disfrutar.
Siendo hija de Agripa y de Julia, y a pesar de estar casada con Germánico, hijo de Tiberio, precisamente éste, su suegro, la condena al exilio y a un final terrible. Morirá de hambre en la isla de Ventotene. Este trozo de tierra la unirá de nuevo a su madre, Julia, la única hija de Augusto, víctima también ella, en la soledad y aislamiento de sus últimos días.
Hoy se me presenta, y no es un caso, la historia de Agripina, mujer fuerte, madre y esposa que ha de soportar la muerte inesperada de su querido marido y heredero del Imperio. Desde oriente será ella la que traerá a Roma las cenizas de su marido depositándolas en el Mausoleo de Augusto. Tendrá que vivir desde entonces rodeada de intrigas y luchas sin dejar de representar la fuerza de la justicia que resiste ante la violencia y abusos nada más y nada menos que de su suegro, el emperador, y de uno de sus hijos.
Hoy recibo estas historias antes de ir a visitar un lugar que acoge y cura, enraizado en la historia de una madre. Dolor, pérdidas y víctimas que vencen o nos convencen.
Nacimiento del hospital más antiguo de Europa
Tras siglos de abandono que habían convertido esta zona en descampados salpicados de ruinas, se inicia una época de reconstrucciones en la Roma del siglo VIII. De hecho, en el año 727 el rey de los sajones, Ina, creó en esta orilla del río la Schola Saxonum para acoger y curar a los peregrinos que llegaban desde tan lejanas tierras para visitar la antigua Basílica de San Pedro. De aquí, el adjetivo ‘en Saxia’ o en italiano ‘in Sassia’ con el que se conoce al Santo Spirito.
Más tarde, en 1198 el papa Inocencio III, avisado en sueños por un ángel, encargó a Marchionne D’Arezzo que reconstruyera los edificios para acoger a los niños en dificultad que estaban por las calles de Roma, sin padres (‘esposti o proietti’) o en penuria. El papa encargará la gestión de esta institución a Guido de Montpellier, caballero y fundador de la Orden Hospitalaria del Espíritu Santo. Serán estos hombres los que tengan que aprender a ser madres sacando pecho ante la vida que llama y pide vida tras perderla.
Corsie sistine. El gran salón sixtino.
Sixto IV con el arquitecto Baccio Pontelli y el escultor Andrea Bregno decora este gran salón destinado a acoger a gran número de enfermos. Santo Spirito se convierte así en un moderno hospital lleno de belleza. Este salón de 120 metros de largo por 13 de ancho lleva en la parte alta 1200 metros cuadrados de frescos de la escuela umbro-lacial.
La entrada externa es de Bernini. En cambio el ingreso interno, conocido como portal del Paraíso, es más antiguo y fue realizado por Andrea del Bregno.
En el centro se abre una gran linterna octagonal y un ciborio construido por Andrea Palladio, única obra que se conserva de este artista en Roma. La estructura divide en dos la gran sala que estuvo operativa hasta mediados del siglo XX. Las dos alas fueron dedicadas a dos médicos: Lancisi y Baglivi.
Bajo el ciborio que diviede en dos el gran salón encontramos una pintura de Carlo Maratta que representa a Job. Nadie mejor que este personaje bíblico para hablarnos de la lucha contra el dolor, de las preguntas de quien sufre sin más culpa que la pobre condición humana. Este precioso cuadro nos da la bienvenida y, junto a los recuerdos de la película, me deja suspendido y emocionado.
El Archihospital de Santo Spirito
Si alzamos la vista nos espera una historia, una larga serie de frescos que abren la parte superior de las paredes. Son ventanas de color e imaginación hacia el pasado que se alternan con la luz de las ventanas que hacen entrar el tiempo presente. Las inscripciones ilustran las escenas con palabras sacadas de ‘La Vita di Sisto IV’ escrita por el humanista Bartolomeo Sacchi, conocido como Platina. Nos encontramos ante la serie de frescos más grande de Roma después de la Capilla Sixtina. 69 recuadros intercalados con la luz de sus ventanas acompañadas por profetas y sibilas.
La preciosa Biblioteca Lancisiana y el Palazzo del Commendatore junto al hospital moderno forman parte de esta gran isla que se extiende a orillas del río. Son una serie de edificios que nos dan la bienvenida en el Borgo, la ciudad crecida entorno al Vaticano.
Curiosidades del hospital más antiguo de Europa
En las ‘tabelle dietetiche’ del siglo XVII, es decir, el menú especial para los enfermos, había un símbolo para la ‘zuppa col vino’ (sopas de vino). Era considerada tan importante para favorecer la curación que había un encargado especial para asegurarse que el vino era de calidad y no estaba aguado… o al menos, no mucho.
En la iglesia del Santo Spirito que se encuentra junto al hospital, además, encontramos una lápida que insiste en cómo el vino era fundamental en los hospitales. La lápida, con fecha de 1682, es de un tal Domenico Berti, natural de Cesena el cual, aún en vida, donó al venerable Archiospital de Santo Spirito en Saxia una viña en el territorio de Marino para que su vino se distribuyera a los enfermos.
D. O. M.
DOMINICUS BERTI
CAESENATIS
ADHVC VIVENS DONAVIT
VEN. ARCHIHOSPITALI S. SPIRITVS IN SAXIA
VINEAM IN TERRITORIO MARENI
VT EIVS VINVM
SVIS MINISTRETVR INFIRMIS
Santo Spirito. Historia de mujeres y reparación
Hay mujeres, como Maixabel que se acercan al dolor, a la locura, a la violencia, teniendo como única arma la fuerza de sus convicciones, el deseo de reparar, curar esos males con la medicina más fuerte: la com-pasión, el padecer con-sintiendo, el vivir sabiendo que un victimando puede descubrir que es mejor el morir como víctima que vivir como verdugo.
Ayer, Maixabel y hoy Livia Pietroantonio. Esta última me la encuentro en el eco, en la historia de Santo Spirito. Livia pasa a llamarse Sor Agostina cuando entra a formar parte de las Hermanas de la Caridad. Era el 1886 y ella empieza a trabajar aquí, en el Ospedale Santo Spirito. Antes de ella habían pasado por las salas de este hospital José de Calasanz, Juan Bosco y Camilo de Lellis, otros que como ella también se habían dedicado a aligerar fardos, aliviar dolores y alimentar flaquezas.
Eran tiempos de odios y luchas en Roma recién conquistada para el reino de Italia. En el hospital se quitan todos los símbolos religiosos, se expulsa a los capuchinos pero las hermanas de la caridad, en cuanto enfermeras tan apreciadas por el pueblo, se quedan. Ella, tras haberse enfermado de tuberculosis y curada milagrosamente, se dedica a prestar servicio en el reparto de los tuberculosos. Allí atiende a un paciente especialmente violento, Giuseppe Romanelli, conocido como ‘Pippo er Ciocco’. Ella intenta por todos los medios ayudarle, no sólo prestándole atención a pesar de su mal trato, sino asistiendo incluso a su madre ciega cuando viene a visitar al hijo. Amistad entre mujeres que intentan con el cariño dar una nueva vida al hijo.
Vida y muerte en Santo Spirito
Sin embargo, el carácter de éste le lleva a varios actos violentos, incluso con las mujeres de la lavandería. Este último episodio provocará que el director del hospital lo expulse del Santo Spirito. En venganza, su ira se dirige hacia Sor Agostina. Un odio que se confunde con la locura, con un objetivo elegido sin más motivo que el de hacer daño a quien parece no odiar. Ella sigue con su vida cotidiana a pesar de las amenazas de muerte hasta que el 13 de noviembre de 1894 él lleva a cavo sus propósitos sorprendiéndola en un pasillo mientras se dirigía a la despensa.
El 15 de noviembre tras su cuerpo que iba hacia la sepultura se presentó una multitud de toda Roma. Junto a ella, en primer lugar, caminaba el director del hospital, Achille Ballori, gran maestro de la masonería, el mismo que unos años antes había expulsado a los capuchinos y quitado todos los símbolos religiosos. Él también moriría asesinado en 1914 en palazzo Giustiniani. Parece que un extraño hilo une estas, todas las víctimas, con un sorprendente parecido.
En 1999 Juan Pablo II reconoció públicamente la santidad de Livia – Agostina nombrándola patrona de los enfermeros, de los que dedican sus vidas a curar y cuidar. Lo que había sido visto y sentido por los romanos rodeando Santo Spirito tras su muerte, se ponía ahora a la vista de todo el mundo: el poder de un amor capaz de entregarse. El odio, en cambio, aquí o en la tierra de Maixabel, cobra, arrebata, todo lo quita.
Horarios y visitas en el Hospital del Santo Spirito
Además de los días de apertura especial como las jornadas de otoño del FAI, con tus guías En Roma, podemos solicitar una visita a estos espacios que normalmente permanecen cerrados. Escríbenos a info@enroma.com para organizar una visita guiada.