Historia del Coliseo: Nerón, Vespasiano, Tito y un coloso.

El exterior del Coliseo

Historia del Coliseo: Nerón, Vespasiano, Tito y un coloso.

El exterior del Coliseo

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Los origenes del monumento más famoso de la Antigua Roma remontan a hace más de 2 mil años. La Historia del Coliseo recorre la historia de algunos de los más importantes emperadores de la Caput Mundi.

Hablar de la historia del Coliseo empezando por Nerón quizás sea lo más alejado y lo más cercano a su origen. Digo alejado, porque fue él quien ordenó la construcción de la Domus Aurea. Un palacio para su uso y disfrute personal de unas dimensiones estratosféricas desde el que, una vez construido, llevaba también a cabo todas las gestiones del imperio. Todo lo contrario al Coliseo, un edificio pensado para la diversión del pueblo. Y digo cercano porque sería precisamente esta mentalidad de Nerón y la creación de su Domus Aurea lo que, años después, provocaría que naciese el edificio más emblemático de la historia de Roma.

Aquel emperador tan impopular a los ojos de la historia ya a partir de sus sucesores, decidió crear un lago artificial en una zona a la que tenía una vista privilegiada desde su nuevo palacio. Es aquí, donde una vez estuvo este lago, donde hoy, poderoso, se planta el Anfiteatro Flavio.

Cambio de dinastía

La muerte de Nerón dio fin a la dinastía Julio-Claudia e inicio a una guerra civil de la cual Vespasiano se proclamaría vencedor. Su hijo y futuro emperador Tito finalizaba victorioso a su vez su campaña en Judea, sometiendo la región al imperio romano y obteniendo uno de los mayores botines de guerra conocidos: el tesoro del pueblo judío. Esta victoria sería el motivo de la creación del Arco de Tito. Un monumento que, al igual que el Coliseo, ha sobrevivido hasta nuestros días. Dos monumentos conectados desde su origen hasta hoy. Pues sería aquel botín el que financiaría el inicio de la historia del Coliseo. Hoy en día, de hecho, son el objetivo de miles de viajeros de todo el mundo.

Vespasiano iniciaba una nueva dinastía, la dinastía Flavia. Pero darle comienzo era una tarea muy difícil y, pese a haber obtenido la victoria en el campo de batalla y estar al frente del imperio, su posición era aun muy frágil. Cimentar la dinastía Flavia en Roma sería una tarea ardua. Sus orígenes no eran nobles y no contaba con el nombre y el linaje de una familia importante en la historia romana. La Flavia era una familia de orígenes humildes que formaba desde hace poco tiempo parte de la élite social romana. Vespasiano tenía el título de ecuestre, una categoría muy reciente en la clase noble y la más baja y menos apreciada por el resto de ésta. Pese a que seguía siendo una posición social destacable.

Sala octogonal Domus Aurea
Sala octagonal de la Domus Aurea.  Su enormidad y su aura de grandeza que todavía hoy transmite nos permite imaginar el calibre de la obra que fue el palacio de Nerón.

El nuevo emperador era un hombre de fuerte decisión e ideas claras. Roma venía de años difíciles, de desequilibrio en el poder y de líderes poco eficientes, egoístas y egocéntricos. Algunos tildados de locos como el propio Nerón o Calígula. Todo esto culminado por el famoso año de los cuatro emperadores, que tuvo como final una guerra civil de la que el propio Vespasiano era protagonista. Éste sabía muy bien cómo cambiar ese rumbo y asentarse en el poder. Su política y sus obras nos lo demuestran. Su mayor proyecto, el Coliseo, es una clara declaración de intenciones.

Roma para los romanos

Allí donde Nerón, su verdadero predecesor, había pensado en sí mismo quitando a Roma un bastísimo terreno sólo para su disfrute con la Domus Aurea y su lago, él construiría el mayor anfiteatro jamás creado. Y éste sería para el pueblo romano. ‘’Roma para los romanos’’ y este regalo proporcionaron a Vespasiano popularidad entre el pueblo. Además, el tesoro judío conquistado por su hijo Tito, pagaría esta obra, con lo que no recaería sobre el ciudadano romano el peso de ésta con subidas de impuestos.

Sería también Nerón quien, de manera indirecta, daría lugar al nombre con el que conocemos hoy al Anfiteatro Flavio: Coliseo. En su casa de oro, la Domus Aurea, Nerón mandó construir un coloso en uno de los patios. Esta estatua de grandísimas dimensiones (unos 35 metros de altura) era una representación del propio Nerón.

El Coloso permaneció en su lugar de origen por muchos años. Vespasiano, siguiendo con su política de transmitir al pueblo el cambio de un mandato para el bien individual a uno para el bien colectivo, cortó la cabeza de Nerón al Coloso y la cambió por una del dios Apolo. Sería el emperador Adriano, en el siglo posterior, el que trasladaría la estatua al lado del Coloseo con la ayuda de 24 elefantes. La vinculación del Coloso con el edificio que tenía ahora a su lado, el Anfiteatro Flavio, fue la que originó el nombre de Colosseo, Coliseo, con el que lo denominamos en la actualidad.

Coliseo Romano
Representación del Coloso al lado del Coliseo

Vespasiano tenía prisa por darle al pueblo romano este regalo y que ésto fortaleciese su posición al frente del imperio. La construcción fue muy veloz, se tardaron unos 8 años desde su inicio hasta la inauguración del edificio. Aunque en su inauguración no estaba ni mucho menos terminado y las obras siguieron durante siglos hasta que estuvo del todo completado. Pero Vespasiano moriría incluso antes de verlo inaugurado.

Sería Tito, su hijo y sucesor, quien en el año 80 d.C. tuviese los honores, convirtiéndose en el emperador que marcó el inicio de otra fase en la historia del Coliseo. Unos honores que fueron casi una obligación y un recurso de urgencia. Roma había sufrido un gran incendio en el año 64 y la explosión del Vesubio en el 79. La dinastía Flavia no estaba ni mucho menos asentada y estos sucesos no ayudaban en nada a Tito a iniciar su andadura como emperador.

Una inauguración que hace historia

Por ello, y con el anfiteatro aun en obras, decidió inaugurarlo celebrando unos juegos que durarían 100 días. Un evento que, casi después de 2000 años, sigue siendo uno de los más famosos y comentados de la historia. Una celebración multitudinaria y sangrienta con espectáculos que fueron desde la naumaquia (batalla naval) hasta los gladiadores pasando por los venationes (caza y lucha con animales) y las ejecuciones. Para hacernos una idea de la dimensión de estos juegos, se estima que durante los 100 días unos 9.000 animales fueron aniquilados y unos 10.000 prisioneros de guerra perdieron la vida en la arena.

El escritor romano Marcial nos dejó el testimonio de su vivencia de estos juegos, incluso nos narra la batalla de gladiadores inaugural entre Vero y Prisco y cómo éstos tuvieron una repercusión positiva en la posición de Tito como emperador.

Tito, cuyas hazañas militares grabadas en su arco del triunfo (que su padre Vespasiano le regaló para homenajearlo) permitieron económicamente la construcción del Coliseo, veía ahora recompensado aquel triunfo en su propia persona.

El Arco de Tito forma parte todavía del Foro Romano, recordándonos su victoria en Judea.

Sin embargo, y pese a estar rodeado por nombres de emperadores, detrás de una gran construcción está siempre una brillante mente creadora: los arquitectos. Los arquitectos cuyas idean son, muchas veces, las que pasan merecidamente a la historia por su genio. Por el contrario, el Coliseo, una de las mayores obras de la humanidad, no tiene arquitecto conocido y poseemos sólo teorías. Ni siquiera Vespasiano, de quien surgió la idea principal y la intención de construirlo, ha sido premiado por la historia como su hacedor. Pues su Anfiteatro Flavio no es llamado por su nombre y ya no se asocia a él y a su dinastía. Se nombra como Coliseo, asociado a un coloso creado por su antítesis, Nerón. El hombre y modelo de gobieno que él repudiaba, del que quiso alejar el suyo y su persona lo máximo posible.

La Historia del Coliseo. Una historia que mide el tiempo de un mundo

La historia es muy caprichosa y, justa o injusta, nos deja curiosidades tan interesantes como esta. No podría decir si sería o no más justo que el Coliseo fuese conocido por Anfiteatro Flavio y que fuese más relacionado con Vespasiano a ojos del público general. Lo que es innegable es que todo lo que lo relacione con lo colosal es digno de él. Pues el mismo coliseo es una obra tal, un coloso. Ni la historia misma ha podido derrumbarlo. Abandono, incendios, emperadores, papas, gloria, olvido, de nuevo gloria, esta vez global, turismo, miles de visitantes.

El Coliseo ha sobrevivido a todo, imbatible. Él mismo es el protagonista, ningún nombre de ningún hombre relacionado con su creación o historia lo ha ensombrecido.  Ni emperadores, ni papas, ni reyes. Ni siquiera el Coloso de Nerón le hizo sombra. La historia decidió quién era el verdadero Coloso. Y, al contrario que Vespasiano con Nerón, su inicio y su final son el mismo. En el 80 d.C. el Anfiteatro Flavio era uno de los monumentos más grandiosos del mundo conocido y el orgullo del pueblo romano. Hoy, en pleno siglo XXI, el Coliseo es uno de los edificios más visitados del mundo, uno de las construcciones más admiradas por la humanidad y el orgullo del pueblo romano. Y la historia del Coliseo sigue viviendo con nosotros.

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