En Roma, aquello de ‘’¿eres más de perros o de gatos?’’ tiene respuesta fácil. Roma es una ciudad de gatos. Siempre lo ha sido. Es más, los gatos de Roma podrían decir que su ciudad es de humanos. Porque los gatos mandan y mucho en Roma. Para empezar, que nadie se atreva a tocar las ruinas del Foro Romano, pero los gatos duermen entre ellas su siesta. Que nadie, ni pagando millones, sueñe con pasar una noche en el Coliseo, pero los gatos tienen en él su casa. Mirando raro a los visitantes, a ver si se marchan y los dejan tranquilos. Que nadie pise el suelo donde asesinaron a Julio César, pero los gatos en Roma viven en su zona arqueológica desde hace generaciones.
Sí, definitivamente, los gatos en Roma son algo especial.
El amor de Roma por los gatos
Pero, ¿no eran los egipcios los que adoraban a los gatos? Efectivamente. Los antiguos romanos ya tenían el gato como animal de compañía. Algo arraigado en su cultura, pero muy lejos de la adoración egipcia.
Los egipcios consideraban al gato un animal sagrado. El gato era el animal de la diosa Bastet. La representación de la diosa león Sekhmet calmada. Sekhmet era una de las diosas más temibles del panteón egipcio, con un poder destructor arrollador. Pero, al mismo tiempo, tenerla de su parte era tener al mejor aliado.
Precisamente una de las fiestas más importantes del calendario egipcio se relaciona con esta relación entre Sekhmet y Bastet. En la mitología, Sekhmet, furiosa con los egipcios por despreciar a los dioses, avanza por todo el país matando a toda la población. Los egipcios, como último recurso, le dan toda la cerveza que encuentran y, ebria, la furiosa leona se convierte en Bastet, una gata pacífica.
Los romanos, cuando con Augusto anexionaron Egipto a su Imperio, quedaron fascinados por la moda y cultura egipcias. El gusto por los gatos, incluso la representación de Bastet, llegó hasta Roma (buscádla sobre un alero en via della Gatta). Un amor por los felinos que ha perdurado.
Largo de Torre Argentina: sede de los gatos en Roma
El pleno centro histórico se encuentra el área arqueológica de Largo de Torre Argentina. En ella están el antiguo teatro y la curia de Pompeyo. Lugar del asesinato de Julio César. La gente irá en masa a ver el lugar donde murió César, os preguntaréis. Bueno, sí. Pero lo cierto es que van más a ver la colonia de gatos que allí vive que a ver las ruinas.
Un numeroso asentamiento de gatos hizo de esa área histórica su casa hace generaciones. De hecho, están protegidos por una asociación y puedes ayudarlos adoptando a alguno de ellos. Son los únicos que entran con libertad en un lugar tan importante para la historia de Roma.
Romeo, el mejor del Coliseo
Pero si hablamos de lugares importantes donde viven gatos… ¡El Coliseo! Tal y como leéis, los gatos en Roma también viven en el Coliseo. Entre miles de visitantes, en verano nos encontramos a algún gato que duerme la siesta en las históricas gradas buscando la sombra. O que se tira en la Arena un rato a tomar el sol.
En Roma, en la cultura popular ha impactado mucho la presencia de los gatos en el Coliseo. Se creó hasta un personaje llamado Romeo, el jefe de los gatos del Coliseo. Que llegó a ser un personaje animado.
Romeo, jugando con su nombre era, el mejor del Coliseo. ‘Romeo: er mejo der Colosseo’.
Entre monumentos, en las calles, Roma es de los gatos
Pero no sólo en estos lugares están los gatos. Ellos viven en Roma como nosotros, con sus lugares y tranquilos, con pachorra, un habitante más. Quizás los más melancólicos de su antigua vida en la Roma imperial son los que han escogido seguir en el Foro Romano. Allí, paseando por la Via Sacra, no es raro encontrarse con algún minino. A lo mejor echándose una siesta en las escaleras de la Curia Julia o tomando vitamina C en el Palatino, subiendo la colina.
Otro gran ‘’barrio’’ de gatos es el Cementerio Acatólico, donde una comunidad de gatos está asentada entre las tumbas de grandes poetas ingleses y a orillas de la Pirámide Cestia.
Lo mismo sucede en el Mausoleo de Costanza… y en tantos lugares de Roma. Un animal con 7 vidas y una ciudad con 7 colinas. Uno que nunca muere y otra eterna. Estaban destinados a llevarse bien.
Non c’è trippa per gatti
Hay un dicho romano que lleva también el sello de los gatos en Roma: ‘non c’è trippa per gatti’. Es decir ‘no hay tripas para los gatos’. Durante años, el ayuntamiento de Roma pagaba el alimento de los gatos callejeros que poblaban la Ciudad Eterna. Un alimento que solía basarse en tripas. Con la llegada de las vacas flacas en las arcas romanas, decidieron recortar en algunos gastos y pararon su compra de alimento a los gatos. Los romanos, bromeando, comenzaron a decirse que ‘no había tripa para los gatos’ cuando estaban justos de dinero. Finalmente su uso acabó derivando, más o menos, en un ‘no hay nada que se pueda hacer’. ‘Non c’è trippa per gatti’.
Por presión popular y por el amor de los romanos a los gatos, el ayuntamiento se vio casi obligado a volver a comprar tripas y dar de comer a sus habitantes más queridos.
Si eres un amante de los gatos, te enamorarás paseando por Roma y cruzándote con ellos. Y, bueno, si eres más de perros que de gatos, para ti en Roma non c’è trippa per gatti.