Icono del sitio EnRoma.com

El Rapto de Proserpina

Recuerdo que, en mi tercer año de estudios de turismo nos mandaron hacer una presentación sobre recursos turísticos. Teníamos que escoger uno en el mundo para cada categoría: histórico, artístico, cultural, paisajístico, etc… Me pareció algo muy entretenido de hacer. Para mi atractivo artístico, de toda la historia y toda la variedad del globo, escogí el Rapto de Proserpina, escultura obra de Bernini.

La verdad es que no tenía gran idea de la historia de la escultura, de Bernini o incluso del museo en donde se encuentra, la Galería Borghese de Roma. De algún modo u otro la había visto años atrás y aquel pellizco quedó en mi memoria, haciendo que despertara en mí una curiosidad y un respeto especial por el arte. Años más tarde, acabaría visitando el museo y teniendo frente a mí el Rapto de Proserpina.

El pellizco más famoso de la historia

Henchido, quizás demasiado, por la emoción de presentar a mis compañeros de clase los recursos turísticos que había escogido, presenté el Rapto de Proserpina como «el pellizco más famoso de la historia’’. Lo pienso ahora y queda un poco ridículo, pero en cuanto la foto se proyectó en la pared, las caras de asombro de aquellos que no conocían la obra fue el mejor premio. Ninguno se rio sino que había asentimientos silenciosos de interés y gusto por conocer la escultura. Al final no expliqué gran cosa, pues viendo la reacción sólo conseguí dejarme llevar y transmitir lo que me hacía sentir. Intentaba comunicar lo increíble que me parecía que aquella estatua pareciese estar formada por las más delicadas pieles, con sus músculos entrechocando y que Proserpina, si mirábamos lo suficiente, acabaría escapándose.

 

Bernini: mucho más que el Rapto de Proserpina

Después de aquello comprendí que realmente aquella obra tenía algo especial. Y, más que otro aspecto técnico o visual, eran las emociones que despertaba en mí. Tenía que saber más sobre ella y sobre la mano que estaba detrás. Resulta que Bernini era un auténtico genio, aprendí que el Rapto de Proserpina no era el culmen de toda una vida. Yo no me imaginaba otra cosa, ¿acaso una estatua así no llevaría una vida de formación y trabajo? Pues no.

Para no explayarme demasiado, Bernini podría presumir diciendo que el Rapto de Proserpina es una de sus tantas obras maestras. ¿Exagerado? Para nada. Sin irnos más lejos, la Plaza de San Pedro es obra de Bernini. La Fuente de los Cuatro Ríos, en Plaza Navona, también. Y así una gran lista.

Al final, quizás no era necesario dedicar toda una vida a crear una obra increíble sino a desarrollar y expresar un enorme talento mediante la creación de muchas. Ese era Bernini. O, al menos, una de mis primeras ideas que me hice sobre él cuando comencé a interesarme por su figura.

En concreto, la estatua del Rapto de Proserpina fue un encargo de Scipione Borghese a Bernini, que finalizó la obra en el 1622. En ella, representa a Proserpina forcejeando e intentando escapar de las manos de Plutón que con violencia intenta raptarla y llevarla consigo. Ahora ya conocía un poco más la historia de la obra y de Bernini. Aun así, no conseguía comprender cómo era posible crear aquel pellizco. Aquellos dedos de Plutón que, agarrando a Proserpina, se hunden en sus muslos. Pues aquellos son muslos, no mármol… ¿sería diferente en persona?

Visitando la Galería Borghese

Los años pasaron, acabé mis estudios y me llegó la oportunidad de vivir en Roma (por segunda vez, aunque eso es otra historia). Por causa del coronavirus, durante mis primeros meses en Roma la Galería Borghese estuvo cerrada. Al reabrir, mi primer intento de visitarla se frustró. Iba a ir con una compañera que había reservado y me invitó a acompañarla. Al llamar, me dijeron que no había sitio hasta 3 semanas después. Las entradas eran aún a cuentagotas.  Fue realmente una pena, ya me había hecho ilusiones. De todas maneras, a la segunda fue la vencida. Unos meses más tarde planeé hacer una visita con una amiga, era final de verano y pese a las pocas entradas, el museo estaba casi vacío. Sólo el pensar en ver aquel lugar en esas condiciones me impacientaba. En el fondo, pensaba sólo en aquel encuentro frente al Rapto de Proserpina.

En cuanto entré al museo, al poco, me olvidé. Quedé atrapado por la belleza de obras de Rafael, Vasari y del propio Bernini. Pasado un buen tiempo, el Rapto de Proserpina no aparecía… y comencé a impacientarme.

Acabamos el recorrido y comentamos que ya habíamos estado aquí, y aquí… y allá. Pues sí, todas las salas vistas, toca bajar de vuelta a la calle… ¡¿pero y el Rapto…?!

El rapto de Proserpina en la Galleria Borghese, una de las obras maestras de Bernini en Roma

Finalmente… el Rapto de Proserpina

Bajando las escaleras, una nueva puerta se abría a nuestra derecha antes de llegar a la salida. ‘’Mira, otra sala’’… ¡menos mal! El encuentro fue repentino. De pensar que por algún motivo la tendrían cerrada al público de repente me encontré frente a frente con la escultura que había estado en mi cabeza por tantos años.

No hubo decepción, tampoco éxtasis, sólo una bellísima sensación de contemplarla y de ver con mis ojos que tal hazaña artística era posible. Sí, era mármol. Y sí, también era carne, y movimiento, y lucha. Miedo en la cara de Proserpina, fuerza en sus brazos, delicadeza en sus piernas. Emociones. Arte. Quizás, si pudiese volver atrás, aun sabiendo mucho más habría dado la misma explicación subjetiva en aquella presentación. Ahora que la tenía delante, no podría hablar de su historia, o de Bernini, sino de emociones.

Antes de marcharnos, le pedí a mi compañera que nos quedáramos un poco más. ‘’Creo que, de un momento a otro, Proserpina conseguirá zafarse.’’

 

Salir de la versión móvil