Durante la epidemia de coronavirus en Roma nuestro tiempo, espacios y dedicaciones han cambiado. Con estos dibujos Yago me ha mostrado Roma desde una terraza: una ciudad que por estar tan cerca, muchas veces pasa desapercibida.

Dibujos de Roma vista desde una terraza

Terrazas de un edificio en via Tirso, Roma

Cien hilos bajando y enrollándose, algunos viejos y cortados que nadie reclama, antenas parabólicas nuevísimas y bien orientadas o herrumbrosas antenas dobladas por vendavales y soles que derriten. Y cada uno con la suya, con la nuestra. A ver si de después de todo conseguimos desliarnos y poner una en común.

Terraza y último piso de una casa en via Basento

Hay muchas cosas que están tan cerca que no las vemos. Soy más présbite de lo que pensaba. Lo veo en el mundo que contiene este dibujo tras una ‘excursión’ a la Roma que vemos desde la terraza de nuestro edificio-barca. Y, envidiando a las gaviotas, seguimos en alto mar.

Dibujos de Roma en los que se alzan líneas horizontales. Roma que es vertical, extendida, acogedora, cercana pero también que se alza, vigía y lanza, en alerta sobre los tiempos y nuestras vidas que contempla desde lo alto.

Torre de Santa Maria Addolorata, iglesia nacional argentina en plaza Buenos Aires.

La torre-campanario que nos da entrada en el barrio Coppedè.

Torre del siglo XX en estilo neo-medieval en la iglesia de la Merced en Viale Regina Margherita

Nos sometemos a este aislamiento sabiendo que lo hacemos para estar unidos en la adversidad. «Lo que Dios ha unido…» nuestras vidas, nuestro tiempo, los amigos y tantos que están lejos pero en la misma barca, se unen en estos momentos. Esclavitud asumida con la máxima libertad, porque queremos. Y el hombre, sobre todo los varones, que tendemos a usar, a no mantener, a depredar o vencer, descubrimos la belleza de estar bajo la misma ley, al menos por benevolencia si no por amor.

Torres del lado norte de Villa Albani – Torlonia.

Balcones de Roma desde los que nos asomamos a la vida exterior, al aire… y quien no los tiene, como yo, sube a la terraza turnándonos. En este dibujo de Roma en un patio cerca de villa Albani, los balcones aprovechan el alero que estaba en la parte final del edificio. La ciudad que sigue creciendo sobre las bases de lo construido. Y estos balcones pasan a ser fundamentales, puertas hacia la ciudad, aunque sean exiguos y espacios aprovechados.

Subimos porque el esfuerzo vale la pena. Es capaz de hacernos descubrir bellezas que de otro modo no se podrían apreciar. Roma desde una terraza es hacer la experiencia de un atleta doloroso, vencido por el cielo siempre distante, pero triunfador en lo más alto. Utilizo unas palabras de Miguel Ángel poeta para intentar decirlo:

I’piango, i’ardo, i’mi consumo, e’l core
di quella si nutrisce.

Nos damos cuenta que en algunos momentos vivimos precisamente por aquello que consuma nuestras fuerzas.

Se abre una ventana ante las terrazas de Roma

Mes de abril. Sin Ramos en este domingo. No salimos con la alegría gozosa del mes que abre la primavera. Pero ella llega, se cuela por nuestra ventana, se engalana esta vieja Roma como una nueva Jerusalén, ciudad de paz, ahora en silencio. Son ellas las flores, los ramos y palmas los que forman una esperanza de Pascua. Abrimos la ventana y un aire puro, fresco agita las hojas y con ellas haces de luz y sombras que entran como una danza cantando en el cuarto.

Cada época, un balcón

«Todas las épocas de la historia están aquí como presencias separadas y distintas. Se podría decir que cada una de ellas ha querido imprimir su carácter a los monumentos que sobreviven, un horizonte que le sea propio y, por así decir, una atmósfera particular.» Palabras de Sofia Swietchina dedicadas a Roma y que ilustran este dibujo de Yago de varios balcones. En ellos me parece ver la superposición de la historia. Cada uno con su carácter, con su horizonte, con su atmósfera. Todos formando parte de un edificio pero al mismo tiempo con lo peculiar de un presente vital, efímero, mientras se asoman hacia el futuro.