¿Quién no tiene en la imaginación el Círco Máximo de Roma? ¿Quién no ha soñado con una carrera de cuádrigas a la que asistimos como auténticos romanos? Aquí, en el corazón de la Ciudad Eterna, se encuentran los restos del mayor estadio de la época romana y uno de los lugares más impresionanetes que ver en Roma. Ocupa casi todo el valle Murcia, situado entre el Aventino y el Palatino. Fue construido bajo el reinado del quinto rey de Roma, Lucio Tarquinio Prisco, en la primera mitad del siglo VI a.C. Desde entonces está dedicado a ser el lugar por excelencia para juegos y espectáculos desde el comienzo de la historia de la ciudad. Por ejemplo, en este valle se produjo el festín y subsiguiente rapto de las Sabinas.
Un valle lúdico
Con sus 600 m de longitud, 140 m de anchura y su aforo de 300 mil personas fue el mayor circo de la antigua civilización romana. Además, sirvió de modelo para todos los circos que los romanos construyeron en numerosas ciudades de su imperio. En la propia ciudad de Roma había otros dos circos. El circo Flaminio estaba ubicado en el actual centro de la ciudad y el de Majencio que todavía existe y que se encuentra en la Via Appia Antica.
Ayer y hoy del Circo Máximo.
Hoy en día sólo quedan los restos de unas verjas de salida de los caballos (carceres), pero se pueden apreciar perfectamente la pista de carreras y la spina, la mediana elevada que dividía las carretteras. Las construcciones fueron expoliadas ampliamente durante siglos para utilizar sus piedras en otras construcciones. Sin embargo, este valle también fue escenario de sorprendentes hallazgos arqueológicos. Entre ellos mencionamos los dos obeliscos que se encuentran ahora uno en Plaza del Popolo y otro en la plaza de San Juan de Letrán.
La torre aún visible es el resto de una construcción medieval que aprovechaba la presencia de un riachuelo (Aqua Iulia). Cerca de este curso de agua había un molino que da nombre a esta característica construcción: «Torre della Moletta». En 1943 se había decidido excavar toda la zona del Circo Máximo. Se empezó destruyendo el molino y las casas medievales construidas por la familia Frangipane. Los eventos de la II Guerra Mundial impidieron que se concluyera el proyecto, quedándonos sin las construcciones medievales y sin las excavaciones. Historias de la historia.
El gran escenario del Circo Máximo
Muchos emperadores realizaron obras y fueron añadiendo o reestructurando alguna parte. Además de los tres órdenes de gradas, el Circo Máximo era una auténtica ‘ciudad lúdica’. En sus inmediaciones se podían encontrar tiendas de artesanos, cambistas, ‘tabernas’ y como no fraguas. Una tarde – noche tórrida de julio con viento cálido, desde una de estas tiendas inició el devastador incendio del año 64 bajo Nerón.
Por cierto, Nerón recubrió todas las gradas con mármoles convirtiéndolo en el monumento más grandioso de la ciudad. Un espectáculo único para quien entraba en la ciudad desde la via Appia encontrándose este inmenso espacio y al lado la colina Palatina.
El Circo Máximo podía albergar hasta 12 carros a la vez, de cuatro (quadrigae) o de dos caballos (bigae). Cada uno correspondía a lo que hoy en día llamaríamos un equipo, con sus patrocinadores y aficionados. Había 4: el rojo (russata), el azul (veneta), el verde (prasina) y el blanco (albata). Se trataba de carreras muy peligrosas tanto para los caballos como para los propios aurigas. No era raro que una carrera acabara con la vida de un caballo o de un conductor.
El Circo albergó carreras y juegos hasta el 549 d.C. Posteriormente fue utilizado como área agrícola y cementerio hebraico. En la actualidad es un parque público que se destina también a manifestaciones políticas, musicales y deportivas. Este espacio, por ejemplo, albergó la gran celebración de la victoria del mundial de fútbol de 2006.
La emoción de entrar en la Roma Imperial
En el Museo della Civiltà Romana, en el barrio del Eur, se encuentra una gigantesca maqueta de yeso que reproduce la ciudad de Roma en época imperial. El edificio, con una magnífica arquitectura, está actualmente en reestructuración pero esperamos que pronto lo podamos volver a visitar.
Entre sus tesoros se encuentra esta obra realizada entre 1933 y 1955 por el artista I. Gismondi. Ante esta maqueta, construida con todo lujo de detalles, con volumen, una estudiada distribución de los principales espacios de la ciudad, y una magnífica realización podremos entrar en la Roma de los emperadores. El Circo Máximo luce con todo su esplendor. Es una invitación a imaginarnos como uno de los protagonistas de esos espacios, aurigas famosos, espectadores o comerciantes, en la época de mayor expansión del Imperio Romano.