Las Catacumbas de San Calixto son las más conocidas de la Ciudad Eterna. De hecho, son el cementerio cristiano más antiguo de Roma. A pesar de ello el tramo de la via Appia que las acoge no tiene muchas conexiones con el resto de la ciudad. Esto, y el estar en una zona verde protegida, hace que entremos en una Roma que parece esconderse, sumergirse en su naturaleza.
Precisamente, la sensación primera que tenemos al entrar, atravesando el portalón y pasando al otro lado del muro, es que llegamos a un sitio donde no hay nada. Via Appia Antica 102. Sí, es aquí. Pero sólo nos dan la bienvenida pinos y grandes prados. Ellos nos invitan a extender la mirada, a disfrutar del paisaje, especialmente cuando en primavera el suelo se llena de margaritas.
Poco después nos damos cuenta de algo que parece obvio: las catacumbas invierten la visión. Tenemos que imaginárnoslas en profundidad. Una auténtica ciudad, un hormiguero gigantesco, bajo nuestros pies. Dicho así, nos parecen claustrofóbicas e incluso repelentes. Y en realidad tienen algo de todo ello, como cualquier túnel. Pero también por ello, se convierten en una aventura en Roma. El viaje al centro de una tierra en donde han quedado historias y memorias dormidas, esperando quien las visite y las cuente.
Y para disfrutar, para conocer y hacer revivir estas memorias permitidme que os aconseje nuestro tour en las catacumbas de San Calixto, con ese toque especial que ponemos En Roma.
¿Por qué estas catacumbas se llaman de San Calixto?
Según el arqueólogo Giovan Battista De Rossi esta zona pertenecía a las propiedades de la familia romana de los Cecilios. Originariamente estaba destinada a cementerio a cielo abierto. El diácono Calixto, siendo papa Zeferino (199-217), era quien administraba el primer cementerio cristiano del que tenemos noticias oficiales. Cuando Calixto fue elegido papa (217-222) amplió mucho las dimensiones de este cementerio.
En total, a lo largo del siglo III d.C. se enterraron en estas catacumbas 9 pontífices haciendo que la cripta que los acoje se llame precisamente la cripta de los papas.
Cuando fueron transportadas las reliquias de los mártires al interior de la ciudad para protegerlas de ataques y robos, se perdió la memoria de estas catacumbas. De esta forma, todas las ‘memorias’ de la Appia Ardeatina se habían concentrado en el único lugar que se seguía visitando: la basílica y catacumbas de San Sebastián.
El estudioso De Rossi descubrió casualmente las catacumbas de San Calixto al visitar en 1849 la viña Amendola en donde encontró unos fragmentos del epitafio del papa Cornelio (251-53). El papa Pio IX compró inmediatamente la viña y así De Rossi pudo iniciar sus excavaciones descubriendo en 1854 la cripta de los papas con sepulturas de los pontífices entre los años 230 y 283. Junto a ellos enterraron también a tres obispos africanos que murieron durante su viaje a Roma.
Un paraíso (jardín) bajo tierra
En el epitafio del diácono Severo a finales del siglo III encontramos el primer testimonio escrito del bonito título cariñoso y familiar con el que los cristianos llamaban a su obispo: Papa. También se habla de cómo la pequeña Severa, familiar del diácono, estará en esta ‘morada de paz’ hasta que el Señor restituya al cuerpo su alma inmortal. Son palabras que nos hablan de la fe de estos primeros cristianos. Las catacumbas de San Calixto nos devuelven también la poesía del papa Dámaso (366-84). Son palabras impresas en piedra que resuenan incluso en el silencio de las galerías con la alabanza de los mártires. Una especie de aplauso triunfal en medio del silencio.
En la cripta de Lucina, la primera que fue excavada por De Rossi y en la que encontró la sepultura del papa Cornelio, se encuentra una preciosa pintura del Buen Pastor. En ese ‘paradeisos’ (jardín en griego) la figura del pastor consuela y hace apacible entrar en el jardín del más allá. Es más, es él quien nos lleva en sus hombros para que no nos falte de nada.
Siempre en la parte más antigua de las catacumbas de San Calixto se encuentra también la cripta de los Sacramentos. En ella se encuentran preciosos frescos que nos hablan del bautismo y la eucaristía, el paso de la muerte a la vida y el alimento que lleva a la inmortalidad. Todo a través de una piedra de la que brota el agua en el desierto, peces y panes multiplicados, milagros que hablan de una naturaleza asombrosa, que en vez de luchar se hace regalo para los humanos.
En los 5 niveles y más de 10 kilómetros de estas galerías subterráneas, se encuentra una aunténtica ciudad dormida.
La cripta de Santa Cecilia
En el siglo IX las reliquias de la mártir fueron transportadas hasta el barrio de Trastévere. Allí, sobre la casa de su familia se había construido la basílica de Santa Cecilia. Cuando en 1599 se abrió su sarcófago y se descubrió su cuerpo, fue tan fuerte la impresión que causó que inspiró a Stefano Maderno su famosa escultura. Una réplica de la misma fue transportada hasta esta cripta de las catacumbas de San Calixto a memoria del lugar en el que fue depositada la santa. Ella aparece en una pintura en actitud orante. En esta cripta se encuentran las pinturas más antiguas de estas catacumbas, fechadas en el siglo II.