Una canción romana cómplice
Esta canción romana se me ha quedado en la memoria con las voces de Nino Manfredi y Lea Massari, con su melodía de comedia de la Dolce Vita.
No creo que la memoria sea caprichosa cuando me la ha presentado en vísperas del inicio de la fase 2 de esta emergencia sanitaria por el coronavirus.
Roma nun fa’ la stupida stasera
Damme ‘na mano a faie di de sì
Scegli tutte le stelle
Più brillarelle che puoi
E un friccico de luna tutta pe’ noi.
Damme ‘na mano a faie di de sì
Scegli tutte le stelle
Più brillarelle che puoi
E un friccico de luna tutta pe’ noi.
Faje senti’ ch’è quasi primavera
Manna li mejo grilli pe’ fa’ cri cri
Prestame er ponentino
Più malandrino che c’hai
Roma regime er moccolo stasera.
Canción compuesta por Armando Trovajoli con textos de Pietro Garinei y Sandro Giovannini come parte de la música de la comedia musical Rugantino representada por primera vez en el Teatro Sistina de Roma el 15 de diciembre de 1962. Disco grabado con las voces de Nino Manfredi y Lea Massari en 1963.
Para un romano Roma siempre será la imagen divina que tiene más cerca. Además, los romanos están acostumbrados a tratar con su Roma divina, eterna, de tú a tú. Para cualquier otro sería irreverente amenazar a la divina Roma, a la que le pides que sea tu cómplice, pero para un romano no. Roma, no te comportes como una estúpida esta noche. Es más, justo en esta noche, un hombre te pide que seas lista y estés lista, que no te hagas la tonta. Tú que tanto sabes y puedes, tienes en tus manos crear la noche más hermosa para el amor.
Pedir un sí
Dame una mano para que ella, la belleza, la que anima la vida, la que enciende emociones, pueda decir que sí. Hazle sentir que es casi primavera. Prepara todo tú. Ya nos conoces. Sabes que no hay mejor techo sobre nosotros que la hermosísima bóveda celeste estrellada que tú nos regalas. Constrúyeme un Templete de Bramante sólo para nosotros y no te olvides de las estrellas y un trocito de luna que brille para nosotros. Esta es la noche que tanto esperaba.
La Roma que en esta canción romana es divinamente poderosa y cómplicemente compañera de todas nuestras noches.
Venga, no seas tonta, Roma, y préstame también una ligera brisa de poniente. Llevamos demasiados días encerrados, en un tiempo lejos de cualquier naturaleza. Alarga el horizonte de mis ojos hasta las lejanas galaxias y venga a mí, como un velo la brisa, como un manto se extienda la primavera y cubra mi piel. Que esa primavera, inicio de la vida, brote en búsqueda de la altura luminosa, tenga como sinfonía la de los grillos. Sabes que la música, el cantar, las mil voces de la naturaleza, contagian la vida, quitan el miedo, arrullan a los amantes.
Un viento malandrino y los mejores grillos como orquesta para esta serenata, para esta noche. ¿Te pido mucho? No, te conozco y sé que eres una buena compañía para salir de cualquier aprieto. ‘Regime er moccolo’ Tenme el candil que me haga luz en esta noche, que me acompañe en la aventura, que rompa las tinieblas, que me dé valor y haga, Roma, que lo que venga sea bueno.
Pedir un no
En esta canción romana, Roma, icono maravilloso del divino, no escucha sólo una parte. ¡Qué maravilloso complemento la diferencia, la otra voz, la de Lea! ¡Un diálogo entre dos gracias a una divina ciudad-puente-cómplice! Y las palabras interrumpen cualquier violencia fruto de la pasión o el miedo para implorar, para que se derrame su bálsamo de misericordia.
Roma nun fa la stupida stasera
Damme na mano a famme dì de no
Spegni tutte le stelle più brillarelle che c’hai
Nascondeme la luna se no so guai.
Damme na mano a famme dì de no
Spegni tutte le stelle più brillarelle che c’hai
Nascondeme la luna se no so guai.
Famme scorda che è quasi primavera
Tiemme le mani in testa pe dì de no
Smorza quel venticello stuzzicarello che c’hai
Roma nun fa la stupida stasera.
En el Trastevere, gestos de cariño por la calle que pronto esperamos volver a compartir si en esta Roma no hacemos nosotros los estúpidos
También esta misma noche, Roma, no hagas la estúpida. Dame también a mí una mano y hazme decir que no. Apaga las estrellas y escóndeme la luna para que no me ciege el deseo de salir en cualquier modo. Que la noche no me invite a dejarme ir pues la historia necesita tiempo. No podemos acabar en esta noche todo lo que ha pasado y lo que necesita tiempo para venir.
Puedo incluso pedirte que me hagas olvidar el tiempo presente, estos maravillosos días de primavera. ¡Qué hermosa plegaria, casi una bendición materna: Tenme las manos sobre la cabeza! Que ellas me calmen para que ese vientecillo picantillo no pellizque mi sentida carne. Venga, Roma, no hagas la tonta y ten piedad para no hacer arder y consumir en un momento una historia que podría brillar, creciendo en el tiempo.
En esta noche, Roma, nun fa la stupida y danos tu mano a todos. Una mano que nos alce en belleza, llevando un candil de esperanza en el que arde la vida. Y otra que se nos pose cubriéndonos la cabeza para que no nos derramemos, sino que sigamos perfumando en tantas noches y no nos consuma con prisa el tiempo.