El Ara Pacis es uno de los monumentos más hermosos de Roma. Testigo de un tiempo de paz, extraño en la historia, pero también recuerdo de tantas guerras previas. Un retrato de la familia de Augusto, con una arte que es culmen de todo un mundo mediterráneo. Maravillas que fueron olvidadas, partidas y repartidas, y que finalmente recobran un poco de paz para nuestra contemplación.
El Ara Pacis Augustae
Un descubrimiento: un poema de un sevillano exiliado que ha llegado a mis manos mientras escribía sobre el Ara Pacis. Un regalo providencial de manos de Antonello para sacar de su librería, la Linea d’ombra, llaves pequeñas y grandes hacia nuevos mundos:
Un ala cae del silencio.
Alta cumbre amortiguada
en la oquedad de lo inmenso.
La hora de luz sin nada,
a compás de piedra y mármol
por alturas impacibles.
El fruto duerme en su árbol,
verdad de gozos posibles.
Un ala cae -ni solemne ni alegre;
lisa, obligada- de su vacío perenne,
peso, guarismo, plomada.
Cernida paz desde arriba,
mojada en el agua propia.
Ala encerrada, cautiva,
resbala en su misma copia,
se adentra en su doble afecto,
se pliega y desaparece.
Idea, nombre, concepto.
Flor sin hojas, paz que crece de su flor –
Hombro del tiempo.
(Pasaje de la Poesía, Marqués de Villanova)
Información para visitar el Ara Pacis
Entradas y precios:
Con mucha frecuencia en los espacios expositivos que nos ofrece la arquitectura de Meier entorno al Ara Pacis, se realizan interesantes muestras y exposiciones. En ese caso la visita a la muestra + visita al Ara Pacis tiene un coste de 17 euros.
Horarios:
El 24 y el 31 diciembre 9.30-14.00
Dias de cierre:
En la misma zona:
Cómo llegar:
Para llegar en autobús puedes utilizar el 87 y el 628.
Ubicación:
‘A compás de piedra y mármol’ se creó esta cumbre del arte, el Ara Pacis de Roma, en un momento de equilibrio en la historia. Uno de esos breves momentos en los que el hombre parece respirar hondo, como queriendo henchirse de la armonía que puede al fin contemplar. Un momento delicado fruto de tantas campañas, de guerras e imposiciones. Ellas son su sombra, acompañan y dan volumen a los colores y luces que ofrece la historia.
En el perímetro del Ara Pacis, ella, la Tierra-Tellus, es la protagonista encarnando el solaz de la naturaleza benévola. La paz se refleja y consiste en esa armonía en la que los animales, recostados, serenos junto a los hombres, pueden llevar una vida apacible. Y fruto de esa paz es la abundancia, una sensación de despreocupación ante las necesidades inminentes que acucian a todo mortal.
La Tierra que con la paz parece vuelve a la época dorada de Saturno y Ops, con los frutos del trabajo y de la naturaleza. «El fruto duerme en su árbol, verdad de gozos posibles». El Latium (la region del Lacio) proviene del verbo ‘latere’ (esconder) pues en ella se escondió el dios Saturno. Toda Italia se llamará Saturnia Tellus.
La paz propicia que se formen procesiones, no desfiles. Es tiempo de devolver, siendo fieles a los pactos, a los dones recibidos de las divinidades protectoras de la Urbe. El 30 de enero del año 9 a. C. se dedicó esta Ara cumpliendo los votos que debía la ciudad. Augusto, tras sus victorias, recordaba que un auténtico romano sería siempre un agricultor, el que cuida y mima la tierra recibida legándola a sus hijos. Paradójico: tras las victorias de las legiones se narra en piedra que practicar la agricultura es el modo para vivir en paz con los dioses, con el mundo y los demás, volviendo a la época feliz de Saturno. Con Augusto se realiza ese período de paz en donde parece que al final los descendientes de Eneas podrían descansar.
Un momento, sin embargo, que quedará marcado en la historia por el nacimiento de un niño en un pueblecito de Judea reconciliando, uniendo, pacificando con la locura de algo nuevo: el perdón. ¡Desaforado desequilibrio!
Procesión con la familia de Augusto, relieve en uno de los laterales del Ara
Guerra y paz unidos en un espacio en Roma, traído junto con los impuestos de la Hispania ‘pacificada’. Paz como rara aspiración ante la ineludible necesidad de la guerra. La paz era un ‘empate’, equilibrar las cosas. De hecho el término hostes ‘enemigo’ derivaba del verbo hostire ‘ponerse a la par’. Recobrar el equilibrio en la sociedad y con los otros, los de fuera. Curioso: hostes (enemigos) y hospes (extranjeros alojados en la ciudad) tienen la misma raíz. Era siempre una cuestión de equilibrio. No es, por tanto, una casualidad que entorno al Ara se representen también filas ordenadas de personajes. Ordiri significa poner en fila, pero también hilar, tejer como la Parca, un destino, un texto o una historia.
En esta Ara se recuerda como el pueblo de Roma, gracias a los ‘iura’, sus leyes y tradiciones, sigue siendo primordial (primus-ordiri), camina en un orden ininterrumpido desde sus orígenes enraizados en la tierra y se narra en piedra -buena trama- como hará Virgilio en su Eneida. Esa procesión de personas y eventos son el orden necesario que garantiza el éxito, equilibrio, de la paz.
Lustre del Ara Pacis
El Ara Pacis de Augusto es una ‘oquedad de lo inmenso’, un recinto abierto. Ahora lo contemplamos dentro de su arquitectura de protección diseñada por Richard Meier en sustitución de la que tenía en 1938, año en el que fue ‘montada’ en su actual posición entre el Tíber y el Mausoleo de Augusto. Originariamente, el Ara Pacis se encontraba en el centro de la llanura llamada Campo Marzio. En via Lucina, muy cerca de la actual Via del Corso, bajo el palacio que fue de la familia Peretti y luego Flano – Almagiá, a inicios del siglo XX se realizaron las excavaciones para sacar a la luz lo que quedaba del Ara. Campo de Marte, de reunión para los ejercicios militares, para la organización del ejército y la sociedad en base al censo. Un espacio cercado dedicado a la paz dentro de la llanura de Marte.
No es una casualidad que en este campo, desde tiempos de Servio Tullio, se realizara una gran ‘lustratio’, un lavado o purificación ritual. Cada cinco años -de ahí lustrum- los ciudadanos se reunían aquí para el censo que determinaba la organización social, la con-cordia entre las 6 clases de ciudadanos. En ese momento tenía lugar un sacrificio solemne, el suovetaurilia, en el que se sacrificaba un cerdo, una oveja y un toro. En la entrada del Ara, a la derecha, aparece representado este sacrificio porque la paz es lustre, tiempo de limpieza y de liberarse de las manchas propias de la lucha. Y la limpieza, el decoro, antesala de la paz, empezaba con el sacrificio.
La paz en Roma suponía muros aunque sin techo ni puerta. Suponía clases, distinciones, la libertad entregada por el bien de la urbe, el tiempo de la vida entregado en milicia. La paz como caída de muros, abolición de las distinciones llegará más tarde a Roma como una novedad, sin acabar de concluirse, desde la lejana Judea.
Una pausa
La paz era un momento de pausa, un volver a casa, el descanso también para Jano que cierra sus puertas con sus hijos en casa. «Domi» ¡a casa! es el grito que se eleva en tiempos de paz. Ianus – Jano durante las campañas militares tenía las puertas (ianua) abiertas en espera de que volvieran todos los soldados. La paz es un regreso, volver los pasos hacia casa. «Un ala cae -ni solemne ni alegre; lisa, obligada-» Sin embargo, el temor a perderla, de perdernos en el camino de vuelta, no provoca la exaltación de encontrarla. Un ala tan sutil que más que un triunfo que se eleva, cae: «Cernida paz desde arriba, mojada en el agua propia.»
Abierta está el Ara porque la paz cae de lo alto, como una lluvia. Y al mismo tiempo, se moja como en un sueño con orines involuntarios. Paz que es liberación y oscuros pactos. No es la tranquila serenidad de Cincinato, parsimonioso, laborioso tras su arado, sino el producto de la conquista de un imperio que se impone. Desde arriba se cierne sobre los sueños reprimidos que sólo esperan la inconsciencia o debilidad para liberarse de esta paz.
Hombro del tiempo
Ella va cargada de esperanzas. Tras las brumas y la oscuridad de las guerras, como si con ella iniciara a crecer la luz, llega como un Ianuarius, como enero. Es un primer día de un tiempo nuevo. En las Kalendae, en el primer día, los romanos se felicitaban y se ofrecía a Jano miel, dátiles e higos secos para que la dulzura pasase a todas las cosas, esperando que el tiempo que vendría pudiera ser dulce como su inicio. La paz es realmente el hombro del tiempo en el que apoyar zurrones, bolsos o mochilas en nuestro caminar. Lugar horizontal, hombro, pero también ala que se pliega y desaparece.
Visitar el Ara Pacis
Con En Roma puedes realizar una visita guiada privada en el Ara Pacis y alrededores para disfrutar de su belleza y toda su historia. Para más información y detalles no dudes en escribirnos a [email protected]