La puerta mágica es un pasaje secreto a la vista de todos. En una esquina de los jardines de plaza Vittorio, han encerrado esta puerta para hacernos imaginar todo lo que hay detrás. Nos la han cerrado como si fuera un dintel que ahora ya no conduce a ninguna parte. Pero no pueden cerrarla a nuestros deseos, a la curiosidad, a lo que vemos a través de las misteriosas inscripciones, a través de su forma y de sus símbolos. Hay muchos lugares que ver en Roma, éste es el que más abiertamente se nos muestra misterioso.
La alquimia de una puerta mágica
Una noche a mediados del siglo XVII un peregrino pide hospitalidad en la villa del marqués de Palombara, situada en esta zona de viñas entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Se trataba de Francesco Giuseppe Borri, famoso médico y alquimista, quizás en el momento en que se fugaba de la ciudad perseguido por la Inquisición. Tras múltiples aventuras en las cortes europeas, su vida se une a los relatos más fantásticos de Castel Sant’Angelo, prisión en donde morirá -o así dicen- en 1695. En su última etapa vital en Roma la villa del marqués de Palombara, amigo e infatigable buscador de arcanos, también será muy importante para Borri. Será su refugio.
Al otro lado de la ciudad, hacia el Gianicolo, Villa Corsini, antigua villa Riario, será el refugio, en cambio, para la reina Cristina de Suecia. Durante años, Roma acogerá médicos y artistas, matemáticos y alquimistas, buscadores todos que, como ‘Linces’ acechan los secretos de la naturaleza.
Símbolos que cierran: misterio en la puerta mágica
Como indica Mauricio Wiesenthal en su libro El derecho a disentir, el mundo del inconsciente, de los sueños, parece formar parte del substrato judío de nuestra cultura. Pero en toda puerta hay dos lados, un cerrar y un abrir: «un subconsciente rebelde y judaico y una civilización matriarcal, conservadora y pragmática, heredada de Roma. O sea, un horizonte nómada, enfrentado a un nivel más moderno, agricultor y sedentario.» Esta puerta nos hace soñar, imaginar saberes que van más allá de las leyes. Un saber iniciático y soñador que nos lleva hacia fuera. Como les pasó a Borri, Casanova o Cagliostro, también a nosotros nos invita a salir, a errar por medio mundo. Pero, por otra parte, esta puerta cierra, sigila, acalla en un silencio místico el misterio. Ella es la custodia del recinto, del huerto.
Dos esculturas del dios egipcio Bet nos hablan de esa defensa. Ellas representan los fieros protectores del hogar y la vida familiar, enanos gruñones y fuertes que llegaron aquí desde la colina del Quirinal. Aquí quedaron, adosadas a un muro, precisamente cuando la puerta perdió su función y la villa se convirtió en terrenos de un nuevo barrio en la nueva capital de Italia. Sus pecios, como esta mágica puerta, fueron arrojados a la arena de este parque por el vendaval.
Puerta alquímica
‘Si sedes non is‘. Leído de izquierda a derecha: Si te sientas no vas. Leído de derecha a izquierda: Si no te sientas vas. En cualquier caso, para llegar al objetivo lo importante es caminar, hacer, decidir. No tanto sentarse sino quedarse sentado es la antítesis de esta puerta. Buscar, encontrar indicios, seguir intentándolo por los más varios caminos. Cuando se busca, nada está perdido. Quizás por esta razón se la conoce como la puerta alquímica, através de la cual, se pueden encontrar pistas que te llevan a tiempos en donde la química era alquimía. Quizás hayamos ganado en utilidad y capacidad lógica, pero hemos perdido el encanto del misterio capaz de transformar y sublimar lo más sencillo en dorados tesoros.
Puerta del cielo
Si no se pueden poner puertas al campo mucho menos al cielo. Y, sin embargo, la imagen de un camino empinado que lleva a una puerta estrecha, nos habla de que este rectágulo, 4 piedras, pueden ser la personificación de una meta, el ojo de una aguja por la que deseamos enfilarnos aunque sea de refilón.
«Qui scit comburere aqua et lavare igne facit de terra caelum et de caelo terram pretiosam.» Quien sabe quemar con agua y lavar con fuego, hace de la tierra cielo y del cielo tierra preciosa.
¿Quién sabrá quemar con agua? Seguramente no se trata de alguien que lanza conjuros ante el aguardiente. Contradicciones y metáforas no se pueden reducir a meros términos o explicaciones, sino que hay que mantener su misterio, sin reducir la puerta a uno de los dos extremos: se tocan en ella dentro y fuera, fuego que lava y agua que arde.
De hecho, podría ser un poeta como el difunto Shelley que en su barca en llamas busca su último camino ardiente sobre el agua. O aquel otro poeta, Keats, su compañero en el Cementerio Acatólico y que incluso fue capaz de escribir su nombre llameante en el agua. Con cenizas y el calor de la palabra el agua hace brotar de la tierra una semilla que asciende, asciende hasta el cielo.
¿Quién podrá lavar con fuego? Yo creo que podría ser sólo una mujer que mucho amó. Quizás Magdalena en aquella preciosa capilla de San Silvestro al Quirinale. Dolor, lágrimas y apasionado ardor, el gran deseo que vence el gran miedo para surgir como la aurora, fuego en el cielo que hace la tierra preciosa, dorada.
2 Comentarios
La historia se está puerta despierta un gran interés por conocer más de ella. Gracias por compartir
Un placer compartir e invitar a seguir profundizando, a venir para contemplar.