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De perifería, entre campos y villas, a centro cosmopolita de la ciudad muy cerca de Termini. Un parque con importantes testigos de la época antigua en medio del torbellino de uno de los barrios más importantes de la nueva Roma, capital de Italia.

Cada vez que paseo por Plaza Vittorio no dejo de sorprenderme. Esta ciudad es capaz de asumir, dar lugar y traducir, en su sentido literal de llevar, personas y estilos de todo el mundo, de tantas épocas. Se trata de una zona, cerca de la estación central de Termini, que se urbaniza en forma intensa con la llegada de la monarquía de los Saboya. De hecho está dedicada al rey Vittorio Emanuele II, bajo cuyo reinado se realizó la conquista de Roma integrándola como capital en la nueva nación Italiana.

Plaza Vittorio, lo nuevo

Esta plaza de Roma en los últimos años se ha transformado muchísimo. Cuando yo llegué a Roma iba con frecuencia hasta aquí porque en las amplias aceras que rodean el parque central se celebraba un gran mercado. Allí compraba, sobre todo, especias y fruta seca. Un mundo de puestos, colores, sonidos en una algarabía que llenaba mis sentidos con lo más granado del Mediterráneo.

Desde hace unos años el mercado se ha trasladado a un recinto cerrado y la plaza ha vuelto a ser un lugar para pasear, para sacar los perros o que, los pocos niños que por allí pasan, puedan encontrar unos juegos, por el momento aún bien cuidados.

Si en el centro del parque siguen imperando las grandes ruinas de un ‘castillo’ dedicado a la canalización del agua para la gigantesca ciudad de época imperial, e incluso se nos puede abrir una Puerta Mágica, fuera del parque el arte convierte los obstáculos o lo obsoleto en motivo de admiración.

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Piazza Vittorio, un extremo central

Los soportales que rodean la plaza nos hablan de una zona ‘nueva’ de la ciudad. Un barrio que se construye con la población que acude a Roma por ser la capital del nuevo reino de Italia, tras pasar la ciudad a formar parte de él en 1870. Bajo esos pórticos llenos de tiendas, muchas de ellas con productos que viajan desde Pakistán, Bangladesh o China, la ciudad encontraba refugio y se lanzaba a la conquista de otros espacios más allá de las murallas.

Piazza Vittorio se encuentra, de hecho, entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Desde ella ya se divisa la puerta que sale de Roma por la via Appia Nuova. Tras la construcción de la cercana Stazione Termini, enlace central de los trenes que llegan a Roma, toda esta zona que formaba la Villa Massimo, pasa a ser un nuevo centro de interés, situado en el extremo este de la ciudad.

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Piazza Vittorio con la basílica de Santa María la Mayor al fondo

Piazza Vittorio es el saludo de la colina del Esquilino, una de las 7 colinas que hicieron famosa la ciudad, para todos los que salían o llegaban de la ciudad entrando por Porta San Giovanni. Una plaza situada en un extremo pero que ha quedado convertida en central. Cuando se empezó a construir en 1881 se pensaba en ella como una de las plazas más grandes de esta nueva Roma. Con sus 316 metros de largo y 147 de ancho su perfecta simetría se rompe sólo con la iglesia de S. Eusebio, la única que da hacia esta plaza.

Los edificios fueron construidos por la empresa Mariotti para formar un conjunto arquitectónico importante. Esta era una de las condiciones que había solicitado el Ayuntamiento. Estos tienen una altura de 24 metros y 280 columnas de orden tuscánico para alojar sus famosos soportales. Los edificios centrales, los más representativos, fueron proyectados por el famoso arquitecto Koch.

Piazza Vittorio, lo antiguo

En el centro de la plaza se alza un Castellum aquae. Un castillo de agua. Hermosa expresión para indicar el depósito elevado al que llegaban las aguas de un ramal del acueducto Claudio que aquí concluía en forma de ninfeo. Una hermosa fuente y muestra del agua que alimentaba esta zona de la antigua Roma. Ella, carne líquida, ha desaparecido pero queda la piedra como el esqueleto de un gigante o titán de otras épocas. Y queda como inspiración para lo que en el barroco serán las preciosas fuentes monumentales, muestras finales de los acueductos, como Fontana di Trevi.

El Ninfeo de Alejandro, que así se llama este monumento en recuerdo del emperador Alejandro Severo, contenía preciosas esculturas de las que, una muestra, son los llamados ‘trofeos de Mario’. En aquel entonces, en 1590, dejaron esta apartada zona de Roma para ir a colocarse nada más y nada menos que en la plaza del Campidoglio. Y allí siguen, hasta la actualidad, saludándonos desde lo alto de la escalinata.

Lo antiguo siempre se hace nuevo. No creo que sea una casualidad que la Casa de la Arquitectura, antiguo acuario de Roma, esté tan cerca de Piazza Vittorio. La Arquitectura, como esta plaza, nos enseña cómo crear lo nuevo a partir de algo. Roma no es una diosa que crea de la nada sino que utiliza todo y sorprende.

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