Visitar el Foro Romano es una de las mejores experiencias que hacer en Roma. Al menos, desde mi punto de vista, ha sido uno de los momentos más especiales que he podido vivir en la Ciudad Eterna. Especial además, porque vaya las veces que vaya, vuelvo a sentir la misma emoción de la primera vez. Creo que esto, además de porque es increíblemente bello y está lleno de historia, se debe a que es imposible no descubrir algo nuevo aunque vayas diez, cien, mil veces.
Mis veces en el Foro Romano no han sido mil, pero sí un puñado. Recuerdo una con especial cariño que resume la esencia de lo que es, para mí, visitar el Foro Romano.
De Roma a Galicia, de Galicia a Roma
En concreto, esta fue la segunda vez que visité el Foro Romano. Fue sólo dos días antes de mi viaje de vacaciones de verano, en el que volaría a Galicia a ver a mi familia luego de meses en Roma.
No sólo tenía curiosidad por seguir profundizando y conociendo sobre el foro, sino que, en cierta manera, era mi particular hasta luego, arrivederci, a mi querida Roma.
Tuve la suerte de que para esta segunda vez, iba a visitar el Foro Romano formando parte de un tour, una visita guiada al Coliseo, Foro Romano y Palatino.
Era principios de agosto y el tour iniciaba a las 16:00. Es decir, mucho… mucho calor. Precisamente no mi clima ideal. Soy gallego, poco más hay que comentar. Pero estaba tan ilusionado que no fue un problema en absoluto. Es más, hasta el ‘’reto’’ de poder acostumbrarme al calor me motivaba.
Visitar el Foro Romano y viajar en el tiempo
Llegué al punto de encuentro un bastante antes. Aun así, allí estaba esperando ya, puntualísima, la guía, Carlotta. La había conocido algunos meses antes en una preciosa visita al barrio Flaminio. La saludé, comentando el calor que hacía, mi viaje a los dos días y sus planes para el verano. Antes de poder transmitirle la ilusión que me hacía esa visita, lo que más me entusiasmo fue ver esa ilusión en ella. Pensaba: ‘’a saber las veces que ha visitado y explicado Carlotta el foro’’. Pues, seguramente, cientos. Pero estaba tan ilusionada como yo o más por hacer la visita, disfrutar de su amada Roma y compartirla con los que participáramos.
Poco había que hacer aparte de dejarse llevar y disfrutar. Estaba en las mejores manos. Para la visita, hay que bajar al foro. Literalmente, descender. Pues se encuentra en un nivel diferente al resto de Roma, que con los siglos fue ascendiendo. De hecho, como descubriría después, muchos de los monumentos del foro estuvieron cientos de años parcial o totalmente enterrados.
En ese descenso, teniendo un cambio también físico al visitar el Foro Romano, la sensación de entrar a un mundo nuevo es realmente poderosa. Te hace sentir que te adentras en otra Roma. Una Roma que, aun no estando allí, está.
Descubriendo Roma
Paramos primero en la basílica Emilia, un primer contacto ideal que Carlotta aprovechó para darnos un contexto general de la antigua Roma, el foro y lo que allí sucedía. Si aquel descenso había sido ya entrar en otra Roma, ahora la estaba saboreando, viviendo. Ya estaba caminando por la basílica, viéndola en su esplendor y no en sus ruinas.
La segunda parada fue a los pies de la Curia Julia, el edificio del senado que ordenó construir César y que remató Augusto. La Curia se conserva (gracias a reformas) especialmente bien. Carlotta nos hizo ver lo que significaba la Curia, el senado en Roma y la realidad de este legendario organismo en la república y en el imperio. Con sus gradas y pavimento aún muy bien conservados, casi veía a los senadores levantarse de su asiento, gritando y encarando la grada contraria.
Pero sólo estábamos empezando, a nuestro alrededor teníamos el Templo de Saturno, el Arco de Septimio Severo y el Campidoglio, el tabularium. Y estábamos pisando la Via Sacra. Me encontraba en otro tiempo, viendo al emperador Severo y a César. Tan metido en aquel lugar al que Carlotta daba vida que seguía sus explicaciones que las había seguido uniendo mi propia historia. Como si yo estuviese hace miles de años participando en la vida del Foro Romano.
Caminamos por la Via Sacra.
Visitar los templos del Foro Romano
A pocos pasos nos paramos ante un edificio bajo, en ruinas. Poco llamativo, me atrevía a pensar. No sé si el resto del grupo pensaría lo mismo pero Carlotta nos sacaría de aquel prejuicio rápidamente. Era el Templo del Divino Julio César. Donde César había sido incinerado en pleno Foro Romano. El peso de aquel acto y del templo en la historia nos dejó impactados. Ya con la curiosidad de la relación entre César y Augusto que conocimos en la Curia, ver cómo ambos seguían conectados allí, en la divinización de César y en el ascenso de Augusto, nos dejó maravillados.
Vi que no sólo yo, sino todo el grupo estaba con los ojos llenos de curiosidad y admiración por el lugar y por cómo Carlotta nos lo había presentado.
Una situación muy parecida pasó frente al templo de Vesta, donde las vestales rendían culto a la diosa Vesta, pegado a la Casa de las Vestales.
Este, quizás, fuera el momento que más me impactó de visitar el Foro Romano. Estaba tan impresionado por la historia de las vestales que ni siquiera me percaté de que el templo apenas se veía por las restauraciones que estaban elaborando. Y, frente a nosotros, tras Carlotta, había un edificio increíble, monumental, precioso. Era la basílica Antonina, que luego Carlotta nos explicaría.
Me pareció increíble que, estando totalmente abrumado por un monumento del foro, otros ya me rodeaban llamando mi atención y pidiendo que los visitara. Llamando por Carlotta a que les diese voz.
Mucho más que ruinas
Esto me llevó a pensar que aquella Roma no está para nada muerta, acabada, escrita sólo en libros de historia. Aquella Roma, la que conocí al visitar el Foro Romano, vive todavía en la pasión de los que la visitan, en las palabras de guías que, como Carlotta, son capaces de trasladarnos a ella.
Aquella visita continuó por la basílica de Rómulo (no del Rómulo fundador), el Arco de Tito… Y siguió por el Palatino y, finalmente, el Coliseo. Cada parte merecería su propio recuerdo. Como esta parte, la de visitar el Foro Romano, merecería más y mejores palabras. Pero me quedo con las de Carlotta, las que me hicieron viajar en el tiempo y vivir una Roma que sigue allí. Viva. Mucho más que ruinas.