Fracesco Castelli fue un hombre nacido en el 1599 en Bissone, en la actual Suiza. En su juventud, cambiaría su apellido por el que pasaría a ser recordado por siempre: Borromini.
Francesco Borromini acabaría llegando a Roma y convirtiéndose en uno de los grandes artistas del barroco en Roma. Aquí coincidiría en tiempo y espacio con otro genio, Bernini, con quien marcaría una época.
Aunque entre los dos hubo una rivalidad y una enemistad palpable, lo cierto es que cambiaron la imagen de Roma como nadie lo había hecho desde el Renacimiento. Borromini exprimió todo su talento en Roma, donde pasaría la mayor parte de su vida y la práctica totalidad de su carrera como artista. Conozcamos a este gran personaje y el enorme legado de Borromini en Roma.
Aprendizaje en Milán y llegada a Roma
Antes llegar a Roma, un jóven Borromini pasaría una etapa en Milán, la primera fuera de su Bissone natal. En sus primeros años, Francesco desarrolló enseguida un interés por el arte y ayudaba a su padre con la piedra, ya que éste era cantero. En busca de un crecimiento profesional y artístico, Borromini encontró su lugar ayudando en las obras de la Catedral de Milán.
Al cumplir los 20 años, decide trasladarse a Roma, donde el movimiento artístico era mucho mayor. Aquí comenzó a trabajar en el Vaticano a las órdenes de su tío lejano el arquitecto Maderno, otra importante figura del barroco en Roma. Maderno estaba trabajando plenamente en la Basílica de San Pedro. Un ambiente perfecto para el desarrollo de las capacidades del todavía joven Borromini.
Introducción de Borromini en la Roma Barroca
Borromini comienza así a dar sus primeros pasos en Roma. En un absoluto segundo plano detrás de las grandes figuras de la época. Es aquí, en los trabajos de la Basílica de San Pedro, donde su camino se cruza por primera vez con el de Bernini. Hasta su muerte, ambos hombres estarían ligados.
Bernini era de la misma edad que Borromini y, sin embargo, ya contaba con un nombre importante en Roma, la confianza del papado y la protección de las grandes familias. Sobre todo de Scipione Borghese, para quien había realizado ya en aquel entonces alguna que otra obra maestra como ‘El Rapto de Proserpina’.
Diez años más tarde de su llegada a Roma, Maderno fallece y el peso de las obras en San Pedro lo toma Bernini. Sería el primer gran encargo que Francesco perdería ante Bernini. Borromini pasa a formar parte del grupo de trabajo liderado por Bernini y le ayudaría en la construcción del famoso baldaquino de la basílica y en las obras del Palacio Barberini.
Primer gran trabajo: San Carlo alle Quatro Fontane
A pesar de haber pasado sus primeros años en Roma a la sombra de Maderno y, luego, de Bernini, el talento de Borromini no pasó desapercibido en la Ciudad Eterna y al artista le llegaron los primeros encargos en solitario.
Su primera gran obra, también considerada su obra maestra, sería el de la construcción de la iglesia de San Carlo alle Quattro Fontane.
En ella Borromini demuestra su absoluta creatividad destacándose de sus propios colegas barrocos con un estilo propio. Su mayor inspiración fue de hecho Miguel Ángel, quizás el único artista del que se pueden ver trazas en la carrera creativa de Borromini.
En la fachada de San Carlo alle Quattro Fontane crea una parte frontal del edificio prácticamente dividida en tres partes. Pero no sólo estas partes sino todo el conjunto se rigen por un marcado movimiento, casi con unas ondulaciones, unas olas que se mueven simétricamente a ritmo calmado.
En el interior, su patio y su cúpula son una obra magnífica. Una oda de color blanco puro al equilibrio, la sencillez y la belleza de la armonía hecha belleza.
Lo más impresionante de esta increíble obra de Borromini en Roma es el haberla llevado a cabo con muy pocos recursos. Algo muy presente en la trayectoria de Borromini y un signo de su enorme talento.
Galería del Palacio Spada
En el Palacio Spada encontramos la que probablemente, junto con la iglesia de San Carlo, sea la creación más reconocida de Francesco Borromini en Roma. Lo cual es de admirar, pues Borromini no fue el encargado de construir el palacio. Y aun así, su aportación llegó casi a ser más grande que el palacio en sí. Cuando el cardenal Bernardino Spada compró el palacio, confió a Borromini su restauración y embellecimiento siguiendo el estilo barroco entonces actual.
Sobre todo, lo que más destaca de las aportaciones de Borromini es su galería en perspectiva dentro del palacio. Un gran pasillo que lleva al patio interior… aunque no tan grande. Borromini utiliza la posición y altura de las columnas, así como la de la bóveda, para crear un efecto visual que da la impresión de observar un largo corredor.
Borromini en Roma: Sant’Agnese in Agone
En Plaza Navona tenemos otra de las grandes obras de Borromini en Roma, así como un escenario de su competencia con Bernini. Pues justo frente a la Fuente de los Cuatro Ríos de éste último, Borromini dio forma a la iglesia de Sant’Agnese in Agone.
La construcción de la iglesia había sido iniciada por otro arquitecto, Girolamo Rainaldi. Cuando Borromini toma las riendas, cambia por completo, a su gusto e idea, el rumbo de la construcción. La consecuencia es un edificio de enorme belleza donde, como en San Carlo alle Quattro Fontane, el movimiento suave y equilibrado que transmite la fachada es una nueva maravilla del genio Francesco.
Sant’Ivo alla Sapienza
En la actual universidad de la Sapienza de Roma tenemos un precioso paso de la huella de Borromini. Allí, en el lugar que ocupaba un antiguo edificio utilizado como gimnasio, se le encargó levantar una iglesia, la iglesia de Sant’Ivo alla Sapienza.
Borromini aprovechó con gran inteligencia el bonito patio presente en el conjunto, diseñado por Giacomo della Porta y sumó su fuerza a la de su nueva iglesia. El alargado patio remataría de esta forma en un edificio rematado en pico, como una gran flecha que ha cogido carrerilla entre las columnas, ganado potencia en el cuerpo de la iglesia y despegado hacia el cielo en su cúpula.
Caída del campanario de San Pedro, ascenso de Borromini en Roma
Francesco Borromini no estuvo siempre a la sombra de Bernini, preferido por papas y burgueses. Borromini, de hecho, siguió colaborando gran parte de su carrera junto con Gian Lorenzo. En un evento clave, en el que Bernini proyectaba el campanario de la basílica de San Pedro, Borromini se opuso fervientemente a su idea.
Por los cálculos de Borromini, aquel proyecto se vendría abajo sin remedio. Siendo imposible su equilibrio y aguante según lo había planeado Bernini. Éste último y el papa, confiando ciegamente en su arquitecto, hicieron caso omiso de Borromini.
Tal y como había previsto Francesco, pronto en las obras del campanario aparecieron grietas y el papa se vio obligado a demolerlo para empezar de nuevo.
Su sucesor en el papado optaría por Borromini como arquitecto vaticano, relegando a Bernini del cargo. Sin embargo, la suerte dio la espalda de nuevo al buen Francesco y, pocos años más tarde, tras el fallecimiento del papa, el siguiente volvió a llamar a Bernini.
En los años en los que Borromini gozó del favor papal, dirigió numerosos trabajos como la reforma de San Juan de Letrán y la reconstrucción de la Capilla de los Reyes Magos.
Visitar la Roma de Borromini
Borromini fue un personaje peculiar. En lo personal, se le describe como un personaje serio, melancólico, reservado e incluso triste y antisocial. Según algunos coetáneos, esto fue también una causa de su menor éxito. Pues Bernini destacaba por su talento y por ser un hombre carismático y divertido, cuya compañía era bien recibida y querida por la gente importante de Roma.
Mientras que éste tuvo grandes encargos, salarios y presupuestos enormes para sus trabajos, Borromini llevó a cabo una vida modesta y humilde. Sus encargos, además, contaban habitualmente con pocos recursos y Borromini sacaba de su ingenio absoluta magia creando obras maestras.
El legado de Borromini en Roma es incalculable, un artista que dio forma a Roma con su talento. Un pilar del barroco en Roma.
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