Entre las muchas Romas de Roma podemos ver una ciudad subterránea llena de lugares escondidos a la vista de los transeúntes. Aquí hablaremos de ella pero sobre todo de la Roma escondida por estar bien a la vista, cotidiana y a veces al lado de lugares tan famosos que eclipsan a estos hermanos pequeños. Cuando los descubres, casi siempre por casualidad o por una indicación de pasada, son lugares en los que la ciudad te sorprende y te presenta, de repente, otras bellezas que ver en Roma, familiares, menos ruidosas, bajo un velo que las protege y preserva. A mí me gustan especialmente por ser lugares en los que lo menos conocido se nos muestra no por ello como menos apasionante.
Roma Escondida: Cinco lugares especiales y menos conocidos
En el fondo, un sentimiento de ausencia es el que despierta siempre mi interés por lo que ha quedado. Hubo un tiempo en el que incluso el gigantesco Coliseo formaba parte de esta Roma escondida, sepultada en el silencio de sus ruinas, bajo montañas de detritos, sin pasos que abrieran senderos, sin nada que disuadiera a los laureles de extender sus raíces en donde antaño se sentaban emperadores y senadores. El olvido y un cierto puritanismo que se da en cada generación son los que realmente esconden estos rostros de Roma, reduciendo a escombros privados de significado lugares donde algo del genio de Roma nos sigue hablando. Es tan difícil encontrar el valor para tirar los vestidos viejos de un padre cuanto para conservar su memoria en los que mejor lo representan o aún nos pueden estar bien.
Abrimos su armario.
GrottaPinta
El pasado nunca ha pasado. Sigue presente. Y nosotros, en este pasaje, como una gruta, como un pequeño túnel, nos damos cuenta de que vivimos en él: conocerlo es disfrutar más plenamente de lo somos.
En esta gruta, breve, sin grandes obras maestras, descubrimos que el arte, la intención de crear belleza, nos hace presente tantas historias y con ellas también la nuestra. Esta gruta, Roma escondida, nos trae desde el mercado de Campo dei Fiori y la contigua piazza del Biscione, hasta el espacio circular del teatro de Pompeyo. Sucia y maloliente, había quedado abandonada hasta que hace unos años emergió restauranda del fondo del olvido. Y ahora es un placer recorrerla como un pasadizo secreto.
Mientras atravesamos este vagón del tiempo, Vittoria Accoramboni nos acompaña. Y nos habla de sus amores con Paolo Giordano Orsini, la muerte de su marido Francesco, sobrino del futuro papa Sixto V, sus tres matrimonios con Paolo tras el asesinato de Francesco. Y ella siempre escapando cuando no estaba en prisión o exilio, siempre intentando vencer las fuerzas que se acumulaban contra ella. Al salir, en un pequeño callejón junto a un relojero, Vittoria nos recuerda la muerte de Paolo y también su trágico fin. No obstante, sus últimas palabras al saludarnos son de consuelo sabiendo que todo paso tiene un final: «e ‘l pianto, e ‘l duolo
fuggon da mè perpetuamente in bando.»
Y nos acoge la luz ante la Capella Orsini convertida en galería de arte. Otra Grotta Pinta.
Vicolo del Buco
«Si muove la città
Con le piazze e i giardini e la gente nei bar
Galleggia e se ne va
Anche senza corrente camminerà
Ma questa sera vola
Le sue vele sulle case sono mille lenzuola»
En 1980 Lucio Dalla escribía esta canción. En 1980 y durante 10 años Dalla desde este vicolo del Buco asistió a tantas noches de milagros. El ‘callejón del agujero’ desde el que poder contemplar la maravillosa noche de Roma. Roma escondida en la noche o mejor, que juega al escondite: «Se mueve la ciudad con las plazas y los jardines y la gente en los bares. Flota y se va. Incluso sin corriente caminará. Pero esta noche vuela y sus velas sobre las casas son mil sábanas.»
È la notte dei miracoli fai attenzione
Qualcuno nei vicoli di Roma
Ha scritto una canzone
Lontano una luce diventa sempre più grande
Nella notte che sta per finire
E la nave che fa ritorno
Per portarci a dormire.
En esta callejuela podemos encontrar un agujero, pequeño, oscuro, como el de Alicia, para colarnos como polizontes en esa nave Roma. Sus noches, suaves, son parte de estos lugares escondidos, tan dulces que te dan ganas de bebértelos.
Clivo Scauro
Dejando a mi espalda el Arco de Constantino en dirección hacia el Circo Máximo camino, entre la colina del Palatino y el Celio, por un pequeño valle que actualmente está ocupado por la calle de San Gregorio. Justo en frente de la entrada del Palatino cruzamos la calle en el único semáforo que nos lo permite sin arriesgar demasiado la vida. Ponernos al otro lado de la calle es estar en otro mundo. Y el Clivo Scauro es la entrada.
Se trata de una pequeña calle adoquinada que va subiendo a la colina del Celio. Mientras subo el ruido del tráfico y de la gente que rodea el Coliseo se queda atrás. Alrededor una serie de huertos y jardines me dicen que estoy en otra ciudad. Aquí Roma se esconde de sí misma. Se quita los vestidos de su representación ante miles de ojos y se pone una simple túnica corta de lino mientras se sienta a la sombra de la basílica de Giovanni e Paolo.
Sin maquillajes, su piel muestra los ladrillos de casas romanas y los grandes bloques del templo de Claudio. Con un gesto lleno de gracia levanta sus brazos formando un moño como una torre – campanario medieval. Carrillos de buganvilla y glicinia destacan en su piel morena mientras con la brisa de la colina el Clivo se llena de su perfume de madreselva y jazmín.
Una Roma escondida e íntima que descansa de sí misma.
Ara de Hércules
En el armario encontramos incluso una vieja piel de león. Con ella Roma se esconde como envuelta en un manto mágico. Pertenecía a un antepasado que siempre ha estado presente en las historias contadas sobre Roma: Hércules. Y si buscamos Roma escondida nos la encontramos muchas veces bajo esa piel de león.
El monstruoso león de Nemea, de impenetrable piel, pasa a ser amuleto y escudo en las interminables luchas del héroe. Tras la terrible batalla con Caco en el Valle Murcia, actual Circo Máximo, la ciudad no quiere olvidarlo y lo invoca como protector y modelo. Y así como está presente en el fondo de su historia continuamente lo está en un fundamento de la Roma primordial. Roma lo ha escondido con su Ara englobándolo en sus cimientos. Su fuerza la mantiene, la sostiene.
En Santa Maria in Cosmedin, bajo el altar cristiano se encuentran los restos del Ara de Hércules. En el atrio de la iglesia largas filas esperan para poder cumplir con el ritual de meter la mano en la Boca de la Verdad. Pero en donde de verdad se esconde Roma no es tras el gran mascarón sino como casi siempre ocurre en las bases de lo que luego se ha ido construyendo.
Mitos de héroes, semidioses o mistéricos en Roma aun sin aquella vida siguieron viviendo como base, pieles de león que la esconden y que ella no renuncia a conservar. ¡Cuántos nos encontramos bajo San Clemente, en las termas de Caracalla o aquí en el Velabro! Y si están es porque ningún romano se dedicó a destruirlos y además porque, siendo los despojos del tiempo, Roma los sigue usando como ulterior sólida piel contra los envites del tiempo. Son un guiño que Roma nos hace enseñándonos cómo mantener, sin nostalgias ni odio, lo antiguo escondido en lo nuevo. Una ciudad de milagros en la que cabemos todos.
El misterioso triángulo del Velabro
Hay un rincón de Roma, casi un triángulo, que se esconde jugando con nosotros. Lugar de los orígenes pues en su cúspide se encuentra la zona del Lupercal, la famosa cueva mítica en donde la loba amamantaba a Rómulo y Remo. Una cueva escondida en la noche del tiempo, misteriosa, unida a una época de pastores y fieras, de bosques, de sal (salario) cambiado por ganado (pecunia). Un rincón de Roma que sale a la luz en tiempos de Augusto que recupera al inicio del Imperio, la narración de los orígenes de Roma.
Mirando a este vértice en el misterioso triángulo del Velabro, tenemos a la derecha la entrada a la Cloaca Máxima que nos acoge como si fuera un jardín escondido bajo un arco, tapado con unas hiedras.
A la izquierda la iglesia de San Giorgio que esconde sus orígenes más antiguos sobre varias reformas que han cubierto antiguas pinturas. La pared de la iglesia, rejas y yerbajos juegan con nosotros para que no reparemos en el antiguo Vicus Tuscus y el Arco degli Argentari.
Tras el monumental Arco Cuadrifronte se abre para nosotros este triángulo escondido de Roma lleno de historias que van desde la fundación de la ciudad hasta una bomba puesta a finales del siglo XX.
En nuestra página qué ver en Roma puedes consultar itinerarios y propuestas para seguir disfrutando con tu Guía de Roma y sus rincones.