Vittorio Emanuele II, respaldado por la legendaria figura de Garibaldi, luchó durante 20 años por conseguir la reunificación de Italia. Lo logró en 1870, cuando sus tropas tomaron el último territorio que les faltaba: Roma. El Reino de Italia reunía así a todo el territorio italiano bajo un mismo gobierno. En el 1871, con la ley número 33 aprovada el 3 de febrero, se nombra oficialmente Roma capital de Italia y sede del gobierno de la nación.
Italia unificada, Roma capital
Los primeros años de Roma como capital fueron prósperos. Ser el centro político y social del país provocó grandes cambios en la ciudad eterna. Diversas zonas fueron modificadas para albergar los edificios y personas encargadas de las funciones públicas y administrativas ahora centralizadas en la ‘Capitale’. También surgieron nuevos barrios y la ciudad creció, pues la estabilidad política y el auge económico provocaron la llegada de miles de personas en busca de oportunidades.
Primera guerra mundial y 20 años de fascismo
Sin embargo, todo cambió con la llegada de la primera guerra mundial. Italia y Roma se sumieron en una grave situación que provocó mucha pobreza y el descontento de la población. Este escenario facilitó el ascenso de las ideologías extremistas y, en el 1922 con una famosa ‘marcha sobre Roma’, Mussolini se hizo con el poder vaciando las instituciones democráticas y centrando en su persona el gobierno de Italia.
Durante sus años en el poder surgió la Ciudad del Vaticano. El papado se había negado a aceptar su dependencia política al estar dentro de la nueva Italia. Se creó así la ‘cuestión vaticana’ entorno al poder temporal del pontífice y sus relaciones con Italia unida. Mussolini, en lucha con la organización social católica pero buscando su apoyo pactó y reconoció de manera oficial la colina vaticana como un estado propio en el que el Papa sería la máxima autoridad.
EnRoma Originales
Tours ideados, organizados y realizados totalmente por nosotros desde Roma, sin intermediarios. Garantía de calidad y originalidad.
Con Benito Mussolini en el poder, Roma siguió creciendo en tamaño y población y se alzó todavía más como centro del país. Tuvieron lugar numerosas e importantes construcciones como los estudios Cinecittà o el Palazzo della Civiltà Italiana, surgieron nuevas zonas urbanas como el EUR y muchos monumentos fueron restaurados. El ‘duce’ recurría mucho a la comparación de su mandato con el Imperio Romano. De hecho, incluso declaró a Roma como imperio nuevamente tras varias guerras de conquista en África.
Caída del fascismo y post-guerra
En la segunda guerra mundial, debido a su alianza con la Alemania nazi, Mussolini fue derrocado cuando los aliados recuperaron Roma en el 1944. Pese a los graves destrozos que sufrieron otras ciudades europeas durante la guerra, Roma y su patrimonio fueron enormemente respetados por los aliados que trataron de proteger su valor cultural e histórico en su toma. Dos años más tarde, en el 1946, tras un referéndum Italia renacía como República con Roma como capital.
Las dos décadas posteriores Roma vivirá un gran auge cultural, económico, social, demográfico y urbanístico. La población creció rápidamente y nuevas zonas fueron urbanizadas. Por primera vez se superaró el número máximo de habitantes alcanzado durante el Imperio (una cifra que rondaba entre 1.200.000 y 1.700.000 personas). A esto estuvo unido el importante desarrollo del transporte, con la creación de la nueva estación de Termini (la más grande de Italia) y la red de metro de Roma. Un desarrollo que se vio potenciado con el año Jubileo en 1950 y con la responsabilidad de albergar los juegos olímpicos de 1960.
La Dolce Vita
Es aquí, en los años 50 y 60, cuando el cine italiano tiene su edad dorada, con Roma y sus estudios de Cinecittà como centro. Grandes autores como Federico Fellini hicieron de Roma el centro del mundo artístico. Numerosas películas históricas para el séptimo arte se rodaron en Roma durante estos años, mostrando al mundo su esencia, historia y belleza. Como el clásico del cine Ben-Hur, filmado en Roma y estrenado en 1959 o Vacaciones en Roma en el 1953.
Pero Roma no era sólo el eje del globo en lo artístico y no sólo las estrellas de cine y moda la frecuentaban. Roma se convirtió también en un punto clave de la política mundial. De hecho, en 1957 se firmaron en la capital de Italia dos tratados que, posteriormente, dieron origen a la creación de la Unión Europea. Un acontecimiento que cambió el curso de la historia y que, al celebrarse en Roma, tuvo un valor también simbólico. Pues en lo que fue el imperio por excelencia, se ponía la firma a lo que se esperaba fuese el final de estos y el inicio de una convivencia y ayuda común entre países.
Roma capital de Italia… y del mundo
Esta situación fue haciendo de Roma algo más que la capital de Italia. Se convirtió en uno de los centros del mundo, donde los locales de la via Veneto acogían a diario a las mayores celebridades y personalidades del planeta.
Con todo esto, su desarrollo, la revalorización de su patrimonio y su escaparate mundial, el turismo comenzó a aumentar con una velocidad pasmosa. Roma pronto se convirtió en una de las ciudades con más visitantes del mundo y en la más habitada de Italia con gran diferencia. Actualmente, Roma tiene cerca de 3 millones de habitantes y sólo el Coliseo Romano recibe a más de 8 millones de visitantes al año. Ríos de gente que desde todas las partes del mundo acuden a esta capital de Italia que pertenece a la historia del mundo.
Han pasado 151 años desde aquel 3/2/1871 y la ciudad sigue renovándose en un momento especial de crisis. En Roma Capital se siguen albergando las esperanzas y contradicciones de la ‘res publica’, grandeza y miseria de esta ciudad.
En la actualidad, Roma capital, con sus casi 3 millones de habitantes recibe en su centro histórico a más de 4 millones y medio de visitantes. Datos que podemos seguir literalmente por las conexiones de las tarjetas de los móviles. Por ejemplo, entorno al Panteón, en la zona central, viven unos 160.000 habitantes que se convierten cada día en 1 millón de turistas. Una ciudad extensa, llena de contradicciones, desaliñada pero con una belleza y atractivo que no tiene ocaso.